Voy a abortar un Gallardón. Cuanto antes. Está produciendo un “grave peligro” para mi salud psíquica. Me está volviendo loca. Parece que esté viviendo en una realidad de hace cuarenta años. Creo que ya no soy capaz de comprender lo que está ocurriendo a mi alrededor, lo que es mío o es de otros. Se protege una agrupación de células contra un organismo, el mío, que he dado en considerar pensante. Lo siento como una “violencia estructural” del género extrema derecha nacionalcatólica.

Asegura Gallardón que la reforma tendrá un “impacto neto positivo” para la economía (supongo que se referirá a la suya). Según la memoria de impacto de género elaborada para la Ley Orgánica de Protección de los Derechos del Concebido y de la Mujer Embarazada (en este orden y para que quede claro), el impacto neto positivo es el incremento de la natalidad, aunque reconoce que es “difícilmente cuantificable”. Pues difícilmente será positivo si difícilmente pueden cuantificarlo. Luego también conllevará un “impacto de género positivo”. Me está noqueando tanto impacto. Evaluar el impacto según el género significa comparar y apreciar la situación y tendencia que cabrían esperar como resultado de la puesta en marcha de las medidas de la norma que se pretende aprobar, en función de ciertos criterios:

1. Participación de hombres y mujeres (si bien es cierto que en el acto previo al aborto participan más o menos por igual, en el aborto en sí parece evidente que tiene lugar sobre un sujeto femenino).

2. Recursos a los que se accede (de nuevo, son las mujeres las que acceden a estos recursos. Sería al menos inusual que un hombre pidiera cita en ginecología).

3. Normas y valores que se priman (la moral de la Iglesia Católica y la cruzada de Fransexo I).

4. Derechos que se protegen o se vulneran (se protege el derecho del concebido, se vulnera el de las mujeres).

Por lo tanto, no logro comprender según qué cálculo se considera positivo, ni para qué género, puesto que el concebido aún no tiene sexo y no es relevante que lo tenga. El único género que tiene aquí un papel es el femenino. La memoria argumenta que lo positivo es dejar de considerar el aborto como un derecho de la mujer (positivísimo) y un método de planificación familiar. ¿En qué cabeza cabe que alguien planifique su vida a base de abortos? Duran i Lleida dice que no se trata de defender el derecho del aborto sino de defender el derecho a tener hijos, pero el sujeto de cualquiera de los dos derechos, se mire como se mire, será una mujer, y lo que se vulnera es el derecho a decidir plenamente su embarazo. Abortar o tener hijos es precisamente mi derecho como mujer. Veo el rostro de Le Pen: “¡Bien, bien!”. Qué pesadilla.

Cuando desperté, el impacto degeneró en un Gallardón. Así que me voy a Londres.