Tras más de un año de pandemia en la ciudad con el ruido, el aire contaminado y las vistas a las islas interiores de l’Eixample, me quedaban pocas opciones para salir al aire libre y ver verde, y más durante el confinamiento municipal.

Vallvidrera parecía la solución perfecta: forma parte del distrito de Sarrià-Sant Gervasi, se accede en 15 minutos desde plaza Catalunya y tiene diversas rutas señalizadas que hacen pensar que la ciudad queda lejísimos.

A menos de 5 minutos de la estación de Baixador de Vallvidrera está Vila Joana, la casa que actualmente forma parte del Museu d’Història de Barcelona y donde el escritor Jacint Verdaguer pasó sus últimos días antes de su muerte en 1902. Cuál fue mi sorpresa, de camino a este edificio, al encontrarme una pareja de jabalíes comiendo mientras los transeúntes les hacían fotos. Parecían muy monos, pero para los vecinos la convivencia con estos animales es un verdadero problema desde hace años.

“Muchos vecinos se han encontrado a sus perros muertos por ataques de jabalíes”, me comenta Joni Sahún, que vive en el barrio desde hace veinte años. “Considero que son una plaga, pero el problema es que se han acostumbrado a depender de los humanos para alimentarse y esto es responsabilidad tanto de algunos vecinos que les dan de comer como de las personas venidas de la ciudad, que hacen lo mismo”, agrega.

El Ayuntamiento estima que actualmente hay unos 1.500 jabalíes en el parque de Collserola. No solo son los ataques a los perros, sino que también se los encuentra comiendo de la basura o incluso, como me cuenta Sahún, hasta entran a las casas de los vecinos para comer de huertos privados o de árboles frutales. 

“En el colegio nos enseñaban cómo actuar si nos encontrábamos un jabalí”, me explica Carlos Gil-Vernet, vecino de 30 años criado en Sarrià. “Es algo que el resto de niños de Barcelona desconoce, pero para nosotros era algo peligroso”. No es que convivir con jabalíes en esa zona no sea normal, ya que esta especie es autóctona de la sierra de Collserola, zona llena de robles y bellotas, sino que las incidencias que llegan a ocurrir en los barrios de montaña pueden llegar al resto de la ciudad. 

¿Son los jabalíes una plaga?

En pleno confinamiento se hizo viral el video de un jabalí paseando por la avenida Diagonal con Balmes. ¿Cómo llegan al casco urbano si está tan lejos de su hábitat natural?

Un estudio llevado a cabo por la Universitat Autónoma de Barcelona en colaboración con la Universidad de Aveiro (Portugal) lo explica. Los corredores de agua o arroyos en conexión con la ciudad son la vía principal que siguen. Encuentran restos de alimentos en la basura y hasta comida de gatos en colonias, que les gusta porque es seca. El trabajo, que tomó como rango de estudio 3.148 ejemplares de jabalíes entre 2010 y 2014, también alertaba que la invasión de esta especie se daba especialmente en primavera posiblemente por el nacimiento de crías y de nueva alimentación.

¿Son los jabalíes, una especie con una capacidad extraordinaria de adaptación, las nuevas palomas de Barcelona? Intento corroborarlo con datos del Ayuntamiento: en 2020, las incidencias relacionadas por jabalíes han descendido un 7,6%, siendo un total de 585. Pero 585 son muchísimos incidentes. Como en todo, estos son los que el Ayuntamiento ha podido recoger mediante las alertas de los vecinos y no mediante videos en redes, por muy virales que se hagan. Es importante, pues, que queden registrados para que el gobierno pueda actuar con mayor precisión y que no sean una simple anécdota que contar al vecino con la premisa de que “da igual, el Ayuntamiento no va a hacer nada”.

Los jabalíes ya han perdido el miedo a los humanos y se han acostumbrado a nosotros, pero también “se han vuelto más exigentes y pueden llegar a ser agresivos para obtener la comida”.

Precisamente, el ejecutivo municipal tomó medidas especiales poniendo en marcha en 2016 el Plan de Acción de jabalíes. Este proyecto focaliza sus esfuerzos “en los orígenes de esta problemática: la abundancia y el fácil acceso a los alimentos en la ciudad”. Su objetivo es “reducir el alimento disponible” mediante campañas como el bloqueo de contenedores en zonas de barrios de montaña, trabajo directo con los responsables de colonias de gatos o cartelería que advierta de que no se debe dar de comer a estos animales, ya sea directa o indirectamente. Este plan también alerta de que los jabalíes ya han perdido el miedo a los humanos y se han acostumbrado a nosotros, pero también “se han vuelto más exigentes y pueden llegar a ser agresivos para obtener la comida”.

¿Pero no seremos nosotros la plaga?

“La naturaleza recupera su sitio” fue una frase que viajó por redes sociales en marzo del año pasado, demostrando que quizás los invasores mundiales somos los humanos y no los animales, que tratan de sobrevivir en un lugar invadido.

Los jabalíes, como muchas otras especies, han convivido con personas durante siglos, pero ahora somos nosotros quienes las superpoblamos, quienes tratamos a los animales como mascotas o alimento masivo y les damos de comer cada vez que pisamos el monte. Sin embargo, estos animales ya sabían, mucho antes de nuestra llegada, cómo buscarse la vida.

Nadie es la plaga: simplemente ellos son una especie muy capaz de adaptarse a diversas situaciones y, a veces, con pocas ganas de hacer amigos.

Lo único que la mayoría de vecinos quiere es tener una convivencia pacífica con ellos con situaciones tan cotidianas como la que cuenta Matthew Eriksen, vecino de la zona: “De camino a casa, muchas veces me encuentro uno o dos jabalíes bajando por la carretera tranquilamente. Yo voy por mi lado y ellos por el suyo”. Que todas las experiencias fueran como esta.