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Tras su debut con La conjetura de Perelmán (2011) y la confirmación del talento que supuso Siberia (2012), Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) acaba de publicar su tercer libro, Ajedrez para un detective novato (Algaida), una sátira ibérica y desternillante. Soto Ivars es tan políticamente incorrecto como genuino, tan afilado destripando la actualidad como emocionante al contar historias. Estrella y azote de las redes sociales, Juan es además un buen amigo y, ahí están las pruebas, el narrador con más proyección del nuevo panorama literario en castellano.

Escoge una banda sonora para estos cinco minutos de charla. Mi novela suena a los Who, a Devo y a rumba catalana.

Te has instalado en Barcelona. ¿Qué es lo mejor de tu vida aquí? ¿Y lo peor de esta ciudad? Lo mejor es que vivo en el Born con una novia preciosa y tengo una vecina gallega que grita a los coches que pasan. Lo peor, que hay gente que confunde la identidad catalana con lo que dice Artur Mas.

Tres novelas en dos años y un par de premios, con 28 tacos. ¿Vértigo? Qué va, satisfacción. Me costó mucho publicar Siberia. Le dieron el premio Tormenta compitiendo con novelas de editoriales que me habían rechazado. Y ahora el Ateneo con Ajedrez… Todavía lo estoy celebrando.

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En tu escritura palpita siempre el humor, pero Ajedrez para un detective novato es la más decididamente satírica de tus novelas.
Me he reído mucho escribiéndola. Quería hablar de España y para hacerlo hay que reírse. ¿Cómo escribir sobre lo que no tienes perspectiva? Deformándolo, al modo de Valle-Inclán. Y en esa deformación esperpéntica de España he encontrado un camino que agradezco a don Ramón.

[quote align=»center»] Quería hablar de España y para hacerlo hay que reírse.

Tu libro también es deudor de Jardiel Poncela o Sterne. ¿Qué otros autores, coetáneos tuyos, sientes afines en esa mirada irónica? Ha sido importante leer a Manuel Vilas y a Manuel Jabois, las crónicas de Daniel Utrilla, los cuentos de Víctor Balcells y, en cierto modo, a Rubén Martín Giráldez. Pero también he tirado de Umbral. La sintaxis de nuestro idioma es satírica.

Coinciden este otoño dos antologías de jóvenes narradores en las que participas. Las dos son buenísimas. Me llevo unas alegrías tremendas leyéndolas. Hay gente que escribe muy bien ahí. Y todos distintos. Quien dice que la literatura joven es mala no tiene la más mínima credibilidad. Es imbécil.

¿Cómo te ves de señor mayor en la literatura? ¿Crearás la Fundación Juan Soto Ivars para el estudio de la obra de Juan Soto Ivars, por ejemplo?
A lo mejor sí. Me veo gordo, encalvecido (pelo fosco y escaso) y con una bata de raso, sentado en un trono cutre y escribiendo unas mierdas acojonantes que necesitarán una Fundación que las aguante.

También eres periodista y colaboras en Acuerdo, una iniciativa prometedora que se define como Major Journalism for Pissed Off Readers, nada menos. Acuerdo es una aventura que quiere explotar el formato digital al máximo. Si sale bien, va a ser un medio de referencia en todo el mundo. Aunque también estoy tirando del periodismo más siglo XX con una columna de opinión en El Confidencial.

¿En qué andas ahora, qué escribes, cuál será el siguiente paso en tu plan maestro para sembrar el mundo de confusión? Ahora mismo estoy en ese punto espantoso de la carrera que es la promoción. Empiezo una gira. El 7 de noviembre presento el libro en Barcelona. Que tus lectores me busquen en Facebook, a ver si viene alguien.
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