Poco amigo del ruido, Juan Vico (Badalona, 1975) lleva tiempo construyendo una de las trayectorias literarias más singulares de los últimos años entre los autores de nuestra ciudad. Ha publicado los poemarios Víspera de ayer (2005) y Still Life (2011), y este mes aparecerá el tercero, La balada de Molly Sinclair. Como narrador, después de Hobo (2012), reincide en la nouvelle con El teatro de la luz, Gadir, que convierte la Barcelona de los años veinte en el escenario de un drama vibrante y a ratos paródico que es también, entre otras cosas, un homenaje a los pioneros del cine.

Escoge una banda sonora para estos cinco minutos de charla. Podríamos quedarnos con alguno de esos tangos canallas que suenan en El teatro de la luz.

Las editoriales quieren novelones: con la poesía y la nouvelle no vas a forrarte. ¿Eres un idealista o solo un inconsciente? En realidad hace tiempo que no escribo poesía, el poemario que está a punto de publicarse tiene ya un par de años. En cuanto a la novela corta, siempre me ha atraído como lector. Pero no te preocupes, la próxima será de ochocientas páginas y estará repleta de vampiros adolescentes y cuarentonas sadomasoquistas.

Leyéndote, noto cierta relación de amor y odio con Barcelona. ¿De verdad se nota? Bueno, le ocurre a tanta gente… [s2If !is_user_logged_in()] …
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Es una ciudad cada vez más irritante: el turismo masivo, los precios, los complejos identitarios… Pero el roce hace el cariño.

Los años 20 respiran de nuevo entre las páginas de tu libro, donde Barcelona huele a sudor, absenta y terciopelo desgastado. Aparece voluntariamente escenificada. Trato de aprovecharme del imaginario que todos compartimos sobre la bohemia, los bajos fondos barceloneses y el desarrollo de la cultura popular urbana. Mi intención ha sido recrearla con pequeñas pinceladas, dejando que el lector complete los huecos. Me aburren las descripciones onanistas y los alardes wikipédicos.

Si en Hobo fue la música, con El teatro de la luz exploras tu filia por el cine. Mi relación académica con el cine es anterior a mi trabajo como escritor. Y la música estuvo antes que el cine. Quizá puedan verse como un ajuste de cuentas con esas vidas que pudieron ser y no fueron.

El miedo parece el tema de tu novela y lo que condiciona el desarrollo de la historia. Es el motor de la trama, sí, lo que mueve por encima de todo a los personajes. Un miedo abstracto, en el caso del protagonista, que me sirve entre otras cosas para reflexionar sobre los límites entre realidad y ficción.

¿Temes que algún crítico miope tilde tu libro de demasiado clásico? ¿Clásico? El jurado que lo premió destacó sus tentativas experimentales, ya ves tú. No me parece clásico ni experimental. Tampoco me interesan las ficciones muy contaminadas de teoría literaria, así que ni me lo planteo.

Eres redactor jefe de la revista Quimera. ¿Qué balance haces del arranque de su nueva etapa?
Creo que poco a poco estamos consiguiendo que Quimera sea, sencillamente, una buena revista sobre literatura, en la que conviven firmas de primer nivel con lo mejor de los nuevos nombres, rigurosa, fiable y abierta a todas las tendencias estéticas.

A punto de publicar ese tercer poemario, ¿qué escribes ahora mismo, qué nueva parafilia asomará en tu próximo libro? He acabado no hace mucho un libro de relatos que podría considerarse un cierre al ciclo comenzado con Hobo, ya que vuelvo a centrarme en un área creativa concreta, en este caso la pintura. También preparo una nueva novela que no tiene nada que ver con las anteriores. Y sí, será más larga, descuida.[/s2If]