En mayo os preguntábamos cuál era para vosotros el carrer más agobiante en verano. El passeig Joan de Borbó se llevó no pocos puntos. Casi tantos como apartamentos ilegales acumula el barrio de la Barceloneta, que ha acabado estallando. Porque uno en abril ya huele al guiri, en mayo casi lo toca, en junio se tropieza con él y en julio se harta de apartarlo. Pero en agosto ya no puede más. Solo en lo que va de mes se han recibido 50 quejas por ruidos desde pisos turísticos en el barrio. En 2013 fueron 14.

El colmo de los colmos es que los propios turistas son los espectadores de las manifestaciones contra su presencia masiva. Bueno, no contra ellos exactamente, que son el último eslabón de una cadena de explotación privada de espacios públicos. Sino más bien contra el Ajuntament, que no ha hecho nada para impedir que los apartamentos ilegales proliferen y se llenen de un turismo idéntico al que petó en Lloret de Mar.

A los vecinos no les pareció suficiente la propuesta de Mercè Homs, la concejal del distrito, que planea frenar la invasión con tres nuevos equipos de inspección que vayan registrando puerta a puerta los edificios (el barrio tiene 9.000). Así que la edil, que no quiere que se líe parda, ha comenzado su ofensiva suspendiendo las vacaciones de muchos funcionarios y entrando a registrar fincas a saco.

Pero para los vecinos son sólo parches. Van a seguir manifestándose hasta que se produzcan cambios en el plan de usos que ya permite 72 apartamentos turísticos y se establezca un diálogo fluido con el Ajuntament para atajar el problema de raíz. No quieren sólo que se cierren, también quieren llegar hasta el final. ¿De dónde salen estos negocios? ¿Quién está detrás? ¿Cuánta pasta generan y para quién? Lo único que sabemos hasta ahora es que la Barceloneta se vende, y que de momento, los vecinos sólo pagan.