Belén C., una vecina del barrio del Guinardó, ha puesto en marcha un proyecto para una nueva red social que va a revolucionar Internet en los próximos años. Hemos quedado con ella para que nos cuente más sobre el nacimiento de InstaTrash, “la única red social para valientes” como la denominan Belén y su equipo. “De momento estamos un poco verdes en el tema informática, para qué te voy a mentir, pero a lo mejor leyendo esto aparece algún programador que se quiera unir al proyecto y ya verás, ¡lo petaremos!”

La historia de InstaTrash empezó hace un año, cuando Belén se dio cuenta de que su vida era un fraude, como ella misma confiesa. “Mi rutina de cada mañana era infernal: sin siquiera levantarme de la cama ya tenía el móvil en la mano para darle un repaso a todas mis redes sociales. Poner me gustas, retuitear chorradas, compartir vídeos de gatitos, comentar estados y un largo etcétera. Desayunar sin hacerle una foto al café y la tostada, imposible. Me llevaba 3 horas salir de casa. Penoso.”

Belén empezó a ir a terapia con una psicóloga después de sufrir dos ataques de pánico en el lapso de un mes. “Y no entendía el porqué, fíjate qué curioso. El trabajo me iba bien, mis amigos eran la gente más pintona de Barcelona, con mi familia estoy estupendamente… Me resultaba inexplicable tanta ansiedad.”

Fue a lo largo de aquellas sesiones cuando Belén descubrió que la raíz de sus males no se encontraba en su vida, sino en el escaparate de su vida. Su personaje en Internet se había comido a la persona.

Desde las rutinas más prosaicas, como comer o dar un paseo, hasta los eventos más trascendentes, como la ruptura de una relación amorosa, eran producciones que debían ser convenientemente editadas y adaptadas para el formato red social“De repente me di cuenta de que la Belén de Facebook, Instagram, Twitter, Tumblr, LinkedIn y Tinder molaba muchísimo más que yo. Me puse a analizar mi vida un poquito, las cosas que hacía a diario, mis decisiones y toda la pesca, y supe que todo estaba encaminado a alimentar el perfil de Belén, aun a costa de la propia Belén. Todo muy metafísico, en plan peli rara de esas que vas a ver para ir de guay pero en realidad no entiendes nada.”

Para Belén, desde las rutinas más prosaicas, como comer o dar un paseo, hasta los eventos más trascendentes, como la ruptura de una relación amorosa, eran producciones que debían ser convenientemente editadas y adaptadas para el formato red social. El nivel de exigencia llegó a tal extremo que incluso llegó a perder amistades por el camino. “Yo es que si alguien me decía por ejemplo, ‘quedamos en mi casa para ver una peli que no tengo pasta para salir’, no iba. En casita con la Mari viendo un peliculón y comiendo pipas no era la clase de cosas que la Belén de Internet hacía. Y es triste reconocer que la Belén de la vida real terminó por no hacerlas tampoco.”

La Belén de Internet, como nos sigue narrando nuestra protagonista de este mes, era de saraos, inauguraciones, exposiciones, festivales y fotos de pies con la playa de Bogatell de fondo. “Me he quedado sin vacaciones más de un año por comprarme el abono del Primavera Sound, y en realidad me quedaba haciéndome rayas en algún rincón del Fòrum con un amigo o con quién fuera porque no soporto esa música. Dos minutos en algún concierto para echarme el selfie de protocolo frente al escenario y gracias. ¡Si yo en mi casa lo que tengo puesto todo el día es la Oreja de Van Gogh y El Barrio!”

Harta de estar secuestrada por un personaje que estaba condicionando su vida hasta límites surrealistas, Belén decidió acabar de un plumazo con su avatar virtual mostrando la pura realidad de su vida: “Ahora cuelgo el primer selfie que me hago, nada de hacer 15 y escoger el mejor, aunque parezca bizca, a tomar por el culo, oyes. Y si me he pasado el viernes noche comiendo pizza y helado y mirando capítulos que ya he visto mil veces de Anatomía de Grey, pues lo digo. Me obligo a decirlo. Y si parezco patética, pues es porque lo soy. ¡Estoy harta de disimularlo!”.

Con InstaTrash Belén planea devolver al mundo real a mucha gente que, como ella, vive y sufre por parecer lo más en Internet, “cuando lo único que son es una pandilla de mindundis como lo somos todos. Y no pasa nada. La vida a veces es fea y eso no lo arregla ni el filtro Earlybird de Instagram”.