Sabíamos que hay cerdos en Cataluña y sabíamos que hay muchos, pero no teníamos ni idea de lo grave que es la situación: hay tantos cerdos como catalanes (7,5 millones ahora y 15 anuales), y para engordarlos se necesita más alimento del que jamás podría producirse aquí. Las cantidades de soja que importamos desde Sudamérica, si bien gran parte de la carne que se produce aquí se exporta (a Portugal, Francia, Corea del Sur…), nos dejan montañas de excrementos del tamaño de la Sagrada Familia. Pero no hay avalancha de mierda y orina de Osona que entierre Barcelona y sus Bon Áreas. En su lugar, tenemos suelos sobresaturados, aguas subterráneas y ríos contaminados, y carne barata de baja calidad. Comemos tanta carne que matamos y comercializamos 50.000 cerdos en esta provincia cada día, y casi todos los trabajadores de este ingrato sector son inmigrantes. Mientras esta edición va a imprenta, están luchando por mejores salarios y condiciones laborales.

La carn barata té un preu molt alt —com si nosaltres no ho sabéssim ja. Però insistim en comprar-la com si les nostres vides depenguessin del llom amb formatge i del pulled-pork. L’agricultura industrial no té un final feliç. Tothom perd: el porc, el ramader que el cria, els seus veïns, que ja no poden beure l’aigua de l’aixeta, i el consumidor.

Will Taradellas change its industrial production because we call them out? Probably not. But let’s recall a recent case: the egg. Nowadays, even the large supermarkets stock eggs with 1 (free range) and 0 (free range and organic feed) ratings. Ten years ago it was all 3’s (tiny interior cages and seriously questionable feed). The moral of the story: capitalists are predictable. Invest your hard-earned money in quality, happy-pig meat and the industry will follow suit.

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