Quizá sea el efecto de tener el ritmo circadiano más trastornado del mundo, pero últimamente no paro de ver doppelgängers. Durante los últimos meses me ha ocurrido al menos una vez cada semana y no sé qué pensar de este fenómeno. Al principio no le di mucha importancia, soy de natural despistadilla y suelo ir por la calle con el piloto automático muy enchufado. “Qué rápido que ha terminado la compra la tía esta”, pensé, cuando me encontré por la calle una señora después de haberla visto, apenas diez minutos antes, en la sección de congelados del Mercadona. “Qué itinerario más random que lleva este menda”, me dije, cuando me crucé con un tipo por la calle Nàpols y al girar la esquina, allí estaba de nuevo, subiendo por Buenaventura Muñoz como si tal cosa.

¡BAM! Me cruzo con el niñato pelirrojo de rizos alborotados que, tranquilísimo, va en dirección opuesta, o sea, va a salir del metro. ¿¡Perocómocoñocojonesmierda!?Estos “encuentros” se fueron repitiendo de forma intermitente, pero eran ese tipo de cosas que sólo te hacen levantar la ceja y sigues a lo tuyo, pensando que quizá te has drogado demasiado durante el fin de semana y que las neuronas ya no dan para crear más secundarios.

Pero poco a poco el fenómeno se ha ido consolidando hasta el punto de que los doppelgängers se me aparecen sin sutileza alguna ni lugar a dudas. Por ejemplo, la semana pasada iba en el ferrocarril de vuelta a Barcelona city y en la estación de Provença se sentó frente a mí un pelirrojo de rizos alborotados, jovencito, con pinta de skater o de alguna tribu urbana que ya no sé identificar. Llegamos a la estación de plaza Catalunya, me bajo del tren, pierdo al pelirrojo de vista, busco el ticket para salir de la estación, por Dios qué pereza, tanto control tanto control, parecemos un rebaño de ovejas putrefactas, mierda está lloviendo, pillaré el metro, aún está en el vestíbulo el tío de la marioneta de Kevin Spencer que baila fanfarrias, no sé si es lo más deprimente o lo más brillante que he visto desde hace tiempo, ojo con el bolso, esquivo al tío que está pidiendo suelto para un billete, bajo las escaleras hacia el andén de la línia 3 y ¡BAM! Me cruzo con el niñato pelirrojo de rizos alborotados que, tranquilísimo, va en dirección opuesta, o sea, va a salir del metro. ¿¡Perocómocoñocojonesmierda!? ¿Ha llegado volando al metro o qué? ¿Se ha teletransportado hasta el andén para desandar su teletransportación y pegarme un susto? Creedme, muy rápido tendría que haber ido para que yo le perdiera de vista si hicimos el mismo puto recorrido. Que una andará absorta, pero un pelirrojo de rizos alborotados no te lo quitas del rabillo del ojo así como así.

[quote align=»left»]“Barcelona está tan llena de dobles que no cabe ni un turista”No hay otra explicación que la del doppelgänger. ¿Alguien sabe qué tipo de experimentos se están llevando a cabo últimamente con el sincrotrón ALBA? Porque me parece que se ha abierto una brecha en el continuo espacio-tiempo que da gusto y este tipo de prodigios si no los provoca un sincrotrón ya me dirás qué los provoca. A lo mejor todos los investigadores que lo utilizaban tuvieron que emigrar por falta de financiamiento y ahora lo están usando unos hamsters como parque de recreo. Ya veo los titulares de este verano: “Barcelona está tan llena de dobles que no cabe ni un turista”. Menudo desastre para la economía.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»18px»]Lee todas las chispas ibéricas aquí.