«Me parece increíble que una ciudad tan bonita como Barcelona permita entrar cruceros que queman una cantidad tan grande de azufre». El azufre es uno de esos elementos químicos que en su estado gaseoso provoca lluvia ácida y calienta el globo. En cuanto a las personitas, les provoca problemas respiratorios y cardiovasculares. Y la frase no es de un ecologista radical, es de Samuele Furfari, consejo de la Comisión Europea en materia de Energía.

Las duras críticas que lanzó Furfari en su visita a la Condal ayer, se dirigen al Puerto de Barcelona, esa institución adscrita al ministerio de Fomento en la que tienen representación la Generalitat y el Ajuntament de Barcelona, además de el del Prat, la Cámara de Comercio y los sindicatos de actividad portuaria. Jordi Vila, el responsable de medio ambiente de esta bonita institución en la que es muy difícil encontrar a alguien que asuma realidades, gracias al entramado institucional, se limitó a asumir que sí, que son un problema grave. Como la caja B del PP, los ERE en Andalucía, la falta de democracia en Marruecos o el hambre en Congo. Pero que trabajan por implantar el gas natural licuado como energía alternativa al gasoil, que contamina un poco menos. Como quien cambia de tesorero, gana de nuevo las elecciones con promesas sobre lo que hará que no hizo, mete a un par de líderes opositores en el gobierno o recoge kilos de legumbre para enviarlos a esos pobres negros. Un lavado de cara con agua de medias tintas.

El 20% de la contaminación de Barcelona la genera el puerto. El dato tampoco es de ningún ecologista radical, lo reconoce la propia Generalitat. Como denunció Ecologistes en Acció el pasado octubre, las emisiones de un crucero contaminan lo mismito que 12.000 coches. ¿No os apetece más iros de vacaciones en bici? ¿O en tren, por lo menos? Y ya puestos, ¿recuperar nuestro puerto?