Pensaba yo que no tenía ningún libro de Malpaso. Que me había librado de la maldición de haber contribuido con mi irrisorio bolsillo al enésimo fraude, esta vez literario, que ha roto todos los límites de las trampas que nos solemos permitir. Pero no, oiga. Tengo uno. Así que he contribuido a que varios escritores, traductores y correctores, trabajadores de la librería, editores, distribuidoras e imprentas tengan pesadillas con el dinero que les deben y aún esperan cobrar algún día.

Muchos no han querido hablar para este reportaje porque están en procesos judiciales con Malpaso. Otros han preferido hacerlo off the record y alguno da la cara. Se ha escrito mucho del gran batacazo editorial de los últimos años en las páginas de la información financiera, pero no de su gestación. Esta es la historia de sus víctimas.

“Lo verdaderamente nuevo da miedo o maravilla.” – Julio Cortázar

Bernardo Domínguez, ilustre millonario mexicano dueño de Malpaso, quería que frases como las que guían este texto lucieran en sus oficinas y se renovaran cada semana. Como gala de su intelecto o como guiño a sus intenciones. Las de crear un gran grupo editorial con el que meterse hasta el tuétano de la jet cultural española, aunque al principio no supiera ni cómo.

“Domínguez quería entrar en el negocio, pero las intenciones al venir a España tampoco estaban muy claras”, comenta un extrabajador. El millonario había comprado el maltrecho sello Jus en México en 2004, además siempre se jacta de ser un gran lector, pero “puede contar milongas monumentales”. Cree que probablemente tiene cierto complejo de inferioridad intelectual y siente la necesidad de darse aires de grandeza.

Un día la editora de Barataria, sello que afrontaba problemas económicos, recibió la llamada de una escritora peruana: “Oye, hay un millonario mexicano que quiere comprar una editorial en España”. Decidió resistir y dijo que no. Lo que sí hizo fue ponerle en contacto con Julián Viñuales, fundador de la fallida editorial Global Rythm, más dispuesto a hablar de negocios.

Así nació Malpaso, con el millonario Domínguez, que no quería aparecer en los papeles, y los editores Julián Viñuales y Malcolm Otero, que se encargarían de la dirección editorial. El día que brindaron por el nacimiento de la empresa lo hicieron “por el mal paso que los enterraría a todos”, tal como ellos mismos contaban. Como una premonición. Por cierto, a Domínguez lo secuestraron durante 21 días en 1994 y de ahí el oscurantismo que rodea siempre a quien en el “Nosotros” de la web de Malpaso muestra una B en vez de su foto.

Sea como fuere, en 2013 Malpaso entró en el mercado con paso firme y clavando sus tacones: levantó los recelos de todos con ediciones de tapa dura, mucho diseño y mucho marketing. ¡Hasta el taco de las páginas de los libros estaba tintado de colores! ¿Quién podía hacer eso en plena crisis del libro en España? En 2015 ya tenía ventas por valor de 659.000€. Un año después, en 2016, compró Libros del Lince y en octubre del mismo año la editorial gráfica Dibbuks. A principios de 2017 se hizo con las editoriales Biblioteca Nueva, Salto de Página y Minerva. Pero meses después, todo empezó a torcerse.


“La validez lógica no es garantía de verdad.” – Foster Wallace

Se puede pensar, sobre todo viniendo del mundo inmobiliario como es el caso de Domínguez, que en el del libro también se pueden pegar pelotazos. Pero para eso hay que fichar a un fuera de serie. Por ejemplo, a Bob Dylan.

La fiesta que montó el dueño de Malpaso en Frankfurt después de adquirir los derechos en español sobre la obra de Dylan todavía resuena en el mundo editorial. “Cuarenta botellas de tequila de no sé qué pueblo de México”, cuenta José Moreno, trabajador de la empresa en ese momento. Dice que alguien le chivó que se gastaron 60.000€ en la fiesta. Moreno aporta también otras cifras sobre Dylan: en los derechos se gastaron 250.000€, pero sumando gastos de marketing y producción, la cantidad se elevó hasta los 450.000€. Números mareantes que dan una idea del despilfarro y el delirio que manejaba la cúpula directiva, incluido el señor B.

Casualidad o no, no es la única B mayúscula del negocio. Muchos trabajadores cobraban parte del sueldo en negro. Unas veces era una parte mínima y otras llegaba a la mitad del salario. De ahí el especial cabreo de muchos exempleados que ahora están en proceso judicial y también su miedo: de pagárseles lo que se les debe con sus intereses, Domínguez lo haría solo de la parte legal de sus nóminas.

¿De dónde salía ese dinero? Algunos cobraban esa parte a través de transferencias de dos empresas diferentes radicadas en México, Jus y Anzuelo Soluciones, y en ocasiones incluso de cuentas de las que Domínguez era titular directamente. Anzuelo Soluciones, por cierto, aparece en el sumario del caso Pujol como destinataria del dinero que, presuntamente, el hijo del expresident sacaba de Andorra. Supuestamente, Pujol Ferrusola estaba así financiando el capricho editorial que ha sido Malpaso, a cambio de que este le blanqueara el dinero.


“Un tonto nunca se repone del éxito.” – Oscar Wilde

La caída de la editorial coincide temporalmente con la del hijo mayor de Pujol y Ferrusola, que entró en prisión en abril de 2017 por haber efectuado hasta 118 movimientos bancarios, destinados, supuestamente, a esconder patrimonio familiar y evitar embargos. Entonces empezaron los impagos a trabajadores, escritores, traductores, correctores, distribuidoras e imprentas. ¿Demasiada casualidad?

Pero ¿por qué tanto amor financiero entre Domínguez y Pujol? El juez detuvo e investigó al primero en julio de 2018 por blanqueo de capitales, aunque luego lo dejó en libertad. Lo que le contaron al magistrado es que el padre de B le había dejado 4 millones en efectivo y sin ningún tipo de comprobante a Pujol a mediados de los 90 y que, básicamente, este se lo estaba devolviendo. Como el señor Domínguez ya ha fallecido, tampoco se le puede preguntar.

Desde entonces y con las cuentas de México bajo investigación, saltó la alarma y se retrasaron todos los pagos. En marzo de 2018 se despidió a cuatro editores: Patricia Escalona, Pablo Mazo, Juan Antonio Montiel y Julián Viñuales, que así dejaba la editorial que él mismo ayudó a fundar. La publicación de novedades cayó en picado hasta casi detenerse. En julio cerró la librería, y despidieron a sus libreros y a cinco trabajadores. Otros se fueron por su propio pie. La desbandada fue espectacular.

Pero para sensacional, el primer rayo que presagió la tormenta. Después de la fiesta de Frankfurt y cuando Domínguez estaba henchido de felicidad por la salida del libro con las letras de Dylan al mercado, montó otra en las nuevas oficinas de Malpaso con todos los trabajadores. Y para el guateque, al que invitó a su amigo Pujol Jr, contrató a un mago. Este, en uno de sus trucos, hizo desaparecer un billete de 20€ y acompañó el gesto con un “como Jordi Pujol”. Evidentemente, Pujol Ferrusola, que suele ser un tipo muy simpático, estaba desencajado, se levantó y se marchó cabreadísimo. Los asistentes aún recuerdan la cara de espanto del mago al explicarle quién era ese señor que acababa de irse enfadado. Fue el principio del fin. La última vez que Malpaso nadó en la abundancia.


“El mundo es un buen lugar, valdría la pena defenderlo.” – Ernest Hemingway

En plena debacle y después de casi un año de impagos, Domínguez se llevó a su círculo más cercano a un retiro espiritual al Empordà. Pasaron tres días de reflexiones y sueños sobre nuevas líneas editoriales, adquisiciones y promociones. Tres meses después, empezaron esos despidos que se llevaron a media plantilla por delante, la gran mayoría presentes en el ejercicio místico. Toda una metáfora de la inconsciencia y la impunidad de un “mentiroso imparable”, como lo define uno de los afectados.

Malpaso molaba. Dos extrabajadores, que tampoco quieren revelar su nombre por miedo a las represalias, recuerdan que fue un momento bonito. Una Arcadia feliz. Dinero para editar libros y hacerlo bien, con cariño, maestría, ternura… Y si se acababa la pasta, llegaba más. “A veces hasta pensamos que de haber sabido que se acababa, aún hubiéramos hecho más”, confiesa uno.

El día en que despidió a los últimos trabajadores, a los que ya debía un montón de dinero, Domínguez les dijo que si se portaban bien con Malpaso, cobrarían. Pero hasta eso, como el resto de las megalómanas promesas de un sujeto capaz de engañarse a sí mismo, está por ver. El pago de la deuda se ha ligado a un fideicomiso: si se venden unas tierras que la familia tiene en la Baja California, cobrarán. Es el presunto seguro para los que esperan cobrar la deuda de los pagos en negro, no reconocidos en los juzgados. Pero nadie cree que logren venderse. “Mientras estás dentro son tus amigos, en cuanto estás fuera, estás fuera”, resume un antiguo empleado que esconde su nombre porque no quiere despertar iras.

Malpaso tuvo estructura de burbuja. Con lo que vendía, apenas 400 y 500 ejemplares por libro en muchos casos, con algunas excepciones como las memorias de Iniesta, hubiera podido sobrevivir si hubiera tenido la sensatez de otras editoriales como Libros del Asteroide o Periférica. Pero vivía en un espejismo con tanto marketing. Llegó a tener 40 trabajadores. Uno de ellos, que pide anonimato, cuenta que “se quiso ser gigante a golpe de dinero”. Los empleados entrevistados para este reportaje coinciden en que ha habido otros casos de burbuja en el sector, pero ninguno como este. “Se gastaba con una alegría digna de mejor causa”, resume Moreno.

La deuda, imposible de averiguar, asciende según los medios a 700.000€, aunque algunas personas que estuvieron dentro dicen que puede llegar a ser de 2 millones de euros. La lista de afectados incluye correctores, maquetistas, impresores, proveedores, distribuidoras e incluso otras editoriales y autores de la propia casa. Carlos Fortea, presidente de la Sección autónoma de traductores de libros de la Asociación Colegial de Escritores de España, da una idea de la deuda a los de su gremio: más o menos a una docena de traductores se les deben cantidades superiores a los mil euros. Por ejemplo, a Laura Fernández le deben 2.300 euros pero en un email dice muy sinceramente: “No tengo dinero para contratar a un abogado”.

Así funciona el mundo, el editorial y el resto. La editorial sigue abierta, aunque no puede sacar novedades y vive de su largo stock y amplio catálogo. Según algunos de los despedidos recientemente, tiene entre 7 u 8 trabajadores, sigue invirtiendo algo en marketing y Domínguez, aunque no tenga su pasaporte, retirado por el juez, puede moverse libremente por España. Sus víctimas, por mucho pasaporte en mano que tengan, no se mueven tan libremente porque les faltan billetes en la cuenta para hacerlo. Si una intenta pensar en que el mundo no pertenece a los estafadores, la realidad se empeña tozudamente en derribar los sueños. Por cierto, que el libro que tengo de Malpaso, publicado bajo el sello Dibbuks, se titula Valerosas y cuenta historias de mujeres “que solo hacen lo que ellas quieren”. Si merece la pena defender al mundo, en un futuro deberíamos estar contando esas historias. Y que sea por esta ya es pasado, porque está en la memoria colectiva y por tanto, no puede repetirse.