A los periodistas nos encantan las historias, llamémoslas, qué sé yo, cercanas, populares. Esas que te renuevan la fe en el ser humano. Las que compartes con tus colegas en la barra de un bar y te hacen decir: coño, qué bonita es la vida.

Pues això es lo que pasó el otro día con Obdulio Herrera. Venía de dejar a su hija en el cole y en alguna parte de su recorrido en moto, se topó con un atasco. Y en el atasco con un taxista que le pidió si podía acercar a su pasajero, un señor chino, al MWC. Herrera le encasquetó el calimero de su niña y lo llevó hasta allí. Cuando el pasajero llegó a destino y le ofreció pasta, el motorista le soltó, muy salao él, que no perdiera más tiempo y que tol mundo a trabajar.

Nos súper encantan estas historias. El lado humano de una realidad que suele estar llena de cifras, leyes, informes larguísimos e incomprensibles, o personajes tan poco animados como nuestra plana mayor política. Y de repente, se hace la luz y aparece ese ciudadano anónimo que nos demuestra que todavía se puede creer en la solidaridad.

La noticia saltó porque el tipo que no llegaba al MWC era el señor jefe de HTC, la de los móviles. Después encargó a sus colaboradores que buscaran hasta encontrarlo, al ser humano que lo rescató de un atasco, con dos datos: moto verde y matrícula amarilla. Todo para invitarle al evento más importante de la compañía en Londres. Pidió un imposible y aún así, lo logró. Pero, ¿qué hizo él, además de ofrecer pasta? Para encontrar a Herrera no escribió ni un tuit. Ni preguntó si le va el rollito a-ver-qué-smartphone-más-guay.

Ahí está la diferencia. El rasgo que lo explica todo. Peter Chou, que así es como se llama el líder de HTC, no vive en la realidad y flipa con ella. No me voy a meter en su vida, pero si tan espectacular le pareció encontrar ayuda desinteresada en mitad de un atasco, tal vez necesite más dosis de mundo real. ¿Saben que es lo mejor? Que la moto ni siquiera era verde. Era blanca.

Herrera, que trabaja en una empresa que atiende a personas con deficiencias auditivas, cree que lo suyo fue un gesto de lo más normal porque «la vida está llena de pequeños momentos donde todos deberíamos ayudarnos sin esperar nada a cambio y sin preguntar quién eres». No es una competición para ver qué gesto es más humano. La historia es chula para los medios, pero quien piense en lo majísimo que es Herrera -que lo es- y exclame que debería haber más personas así, se ha dejado aislar hasta puntos de envase al vacío.

Seguramente, Chou hará mucho por la marca Barcelona con su visita. Y el señor Trias estará muy contento con ello. Pero como muchos periodistas, vive en un mundo de cifras, leyes, informes larguísimos e incomprensibles, o personajes tan poco animados como nuestra plana mayor política. Herrera es mucho más que la marca Barcelona. Es una persona más, que pasaba por aquí y creyó que en esto que se llama realidad, hay algo más que pasta. Hay «porquesíes», tan inexplicables como ser humanos.

Para esos es para los que hay que escribir. Diseñar móviles. Gobernar ciudades.