«El campo de exploración de las fotografías de Alfredo Rodríguez es el cuerpo de María, su pareja desde hace veinte años. Un cuerpo que se pliega y se refleja sobre sí mismo, perdiendo por momentos su forma en un ejercicio casi introspectivo.»
La ciudad, la polis. El topos por antonomasia de la convivencia social. Una aberración hipertrofiada de la vida en las comunidades arcaicas, llevada hasta el extremo. Un experimento civilizatorio, tal vez necesario, en constante crisis (¿sobrevivirá para siempre esta forma de vida en común?). Un entorno más o menos caótico en el que colisionamos múltiples identidades, ideologías, idiosincrasias para intentar convivir en consenso, limando asperezas, juntando piezas y encontrando ese dominio de lo común en el que todos nos identifiquemos.
Una concatenación de ámbitos íntimos hilvanados sobre una área de pública convivencia. La utopía del lugar en el que se encuentra nuestro yo personal con el yo social. La ciudad es también por tanto espacio de lucha agonista, entre polos opuestos, siempre cambiante y múltiple. Regida no tanto por un inviolable consenso democrático, un mar en calma, sino atravesada por oleadas de voces disonantes que se alzan a uno y otro lado. El espacio de la ciudad como el de la política es un espacio conflictual, que se deshace y rehace nuevamente ante el siempre necesario diálogo entre posiciones opuestas.
Alejado del tumulto que genera lo público, pero también penetrado por la idea de ver en el otro aquello indispensable para la propia existencia, ese punto de convivencia agonística de otredades, Carlos Fernández-Pello, comisario de The Swamp of Forever. Chapter 1: Love, sitúa la práctica de Alfredo Rodríguez (Madrid, 1974) en el necesario espacio del amor. Un sentimiento que en Derrida se basa en una contradicción implícita, en la motivación siempre narcisista que va unida al querer y al deseo egoísta de querernos a nosotros mismos a través de nuestro reflejo en el otro. Es ahí cuando precisamos que el otro siga siendo también siempre el otro, el extraño conocido que nos mira.
El campo de exploración de las fotografías de Alfredo Rodríguez es el cuerpo de María, su pareja desde hace veinte años. Un cuerpo que se pliega y se refleja sobre sí mismo, perdiendo por momentos su forma en un ejercicio casi introspectivo. Su visión no busca emparejarse con una crítica de géneros, sino que quiere llevar a cabo una experimentación formal, íntima, personal y alejada de discursos teóricos comunes. Simplemente movida por la curiosidad de ver cómo reverberan sobre su cuerpo las luces de una tarde en su domicilio de Vallecas. A su lado, otros cuerpos, también biológicos, también deformados. Una de las obsesiones personales de Rodríguez son los Transformers, esos seres alienígenas con la capacidad de convertirse en vehículos armados. Seres creados para la guerra y la confrontación. Entre esos dos extremos se mueve su reciente trabajo. Entre lo artificial y lo natural, el amor y la violencia, lo extraño cotidiano y lo espeluznante que nos atrae… formando un “cuerpo de obra” que no se revela fácilmente, pero que atrapa de forma misteriosa como al amante que construye su hilo invisible alrededor de nosotros.
Alfredo Rodríguez. The Swamp of Forever. Chapter 1: Love,
en Nogueras Blanchard Barcelona
hasta el 5.12, Isaac Peral 7, Hospitalet de Llobregat