[quote align=»left»]Tras tres jugosas legislaturas, Pablo Iglesias ha aprendido todas las triquiñuelas para hurtar a lo loco sin ser trincadoEs difícil saber qué jode más, que el poder esté en manos de subnormales o que ese mismo poder permita, al que sea que lo tenga, tratar al resto como retrasados. Aunque resuelvas esta inextricable diatriba, tu nivel de irritación no va a cambiar. Al fin y al cabo, es una cuestión meramente cromática. Ahora se lleva el azul, antes el rojo y pronto se pondrá de moda el violáceo. Pero es sólo el color de tu camisa, por mucho que te favorezca no vas a transformarte en George Clooney. Para vosotros, siervos de la actualidad, es mucho más difícil entenderlo. Por eso os daré unas pinceladas de futuro, que espero os ayuden no sólo a decidir el color de vuestro traje, sino a asumir que vivimos todos en pelotas.

I. 2023: Corrupción 2.0.

Se dice que hay dos clases de personas, el que roba y el que no puede robar. Tras tres jugosas legislaturas, Pablo Iglesias ha aprendido todas las triquiñuelas para hurtar a lo loco sin ser trincado. Una de sus mayores aportaciones no trascenderá nunca a la opinión pública: el manual del desfalco inteligente. Ya era hora que alguien comprendiese que lo que nos jode a los honrados ciudadanos no es que nos roben, sino enterarnos de que nos roban. Es lo mismo que ocurre con los cuernos. Tu mujer se puede estar picando a todo el equipo de fútbol del barrio que si no lo sabes y ella está cariñosa y de buen humor contigo, no va a pasar nada. En cambio si te enteras de que salió una noche y medio pedo se estuvo rozando levemente con un turista desconocido al que nunca volverá a ver, puedes entrar en cólera y sentirte muy tocado en tu orgullo de macho cabrío. Todos asumimos que roban, pero exigimos que aprendan a ocultarlo con la misma eficiencia. Eso se explica, en lenguaje parco en epítetos y metáforas, en este suculento documento interno que Podemos cede a la causa gubernamental como su mayor legado.

II. La oposición

Nuestro borreguismo ilustrado se guía por incalculables supuestos que son sólo valores de confianzaUna idea nace con su contraria. Según los preceptos hegelianos toda tesis tiene su antítesis y de ellas nace su síntesis. Vivimos una era sintética por definición, donde lo natural está demodé, en el fondo por carecer de la artificiosa intervención humana. Con este difuso pensamiento lanzado al tuntún podemos entender que aquí, en el bochornoso futuro, la publicidad personalizada por ondas electromagnéticas, directamente a tu córtex indefenso, regula tus necesidades y pensamientos y la gente lo acepta como síntoma de progreso y modernidad. Obviamente, esta misma tecnología sirve al gobierno y a la oposición para mandar mensajes contradictorios a los que tu pensamiento añade tu voz. Esto consigue confundir al más estoico y te deja totalmente pajarito. Pero los humanos molamos, somos pío-neros en el arte de destruir nuestra propia especie a base de repartir desigualmente el pienso.

III. El pueblo

Sentirte parte del pueblo es admitir tu naturaleza pueblerina. En el futuro se extenderá una especie de resurgimiento de la inconcreta indignación de las generaciones pasadas. Esta vez no se cimentará en un cabreo tipo Howard Beale, el jodidamente visceral presentador televisivo en la película Network, ni tampoco en un ademán hippiesco en plan “amo la libertad porque huele a marihuana”. Se basará en la desobediencia civil. Una especie de sentimiento anárquico regulado exclusivamente por el sentido común. Todo se inició con un experimento: a través de la red se pactó que un día en concreto los semáforos serían interpretados al revés. En verde la gente se detendría, y el rojo activaría la marcha. Lo relevante no es que ese fuese el día con menos accidentes de tráfico en la ciudad, sino que se calculó que el número de adheridos a la iniciativa no era mucho mayor al de una manifestación al uso. Eso significa que el resto, totalmente ausentes al tinglado, se adaptaron al nuevo sistema por un mimético sentido común. Esto implica que nuestro borreguismo ilustrado se guía por incalculables supuestos que son sólo valores de confianza. A partir de ahí, es posible acabar con todo, si consigues mantener la confianza y despertar a la gente su lado gamberro. Con su lado responsable nos estamos quedando sin gasolina en nuestro trayecto al infierno.

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