Nacer en el centro para vivir en la periferia. O ser de la periferia y acabar en el centro. El orden de los factores no altera un fenómeno que, en los últimos años, ha conquistado muchos barrios de Barcelona. Porque conquistar implica expulsar, y de eso trata la gentrificación, sin importar tu panadería de confianza o las historias que de niño viviste en esa replaceta en la que ahora se venden por dos euros cuatro imanes made in Barcelona. Con su Gaudí y su Sagrada Familia de fondo. Ocurre en Berlín, Venecia, Barcelona y otras ciudades europeas. Allí donde el mercado económico deposita su trozo de banco, su bancada, su bastón. La gentrificación trata dos cuestiones, a priori, contradictorias: acoger, por un lado y, expulsar, por otro, a todas aquellas personas que no pueden permitirse vivir, dignamente, en una zona que ha sido revalorizada.

De esto mismo habla Gentry, una obra de la compañía de teatro documental Mos Maiorum que ya ha pasado por varias salas catalanas desde que en 2017 obtuvo el premio Adrià Gual al mejor proyecto de escenificación. Su última parada fue en el Antic Teatre, un espacio en el que sus gestores llevan 17 años apostando por el teatro independiente, y a los que ahora el propietario del edificio demanda una subida del alquiler que cuadruplicaría lo que pagan actualmente. Pasar de 1.500 euros a 7.500 euros mensuales no es ninguna broma. Una problemática que Mos Maiorum escenifica con gran realismo a través de la técnica teatral del verbatim. Este formato se limita a reproducir palabra por palabra textos reales. Con sus errores, sus pausas, su inteligencia, las deriva hacia un punto y las devuelve al inicio del tema en cuestión.

Porque conquistar implica expulsar, y de eso trata la gentrificación, sin importar tu panadería de confianza o las historias que de niño viviste en esa replaceta en la que ahora se venden por dos euros cuatro imanes made in Barcelona.

Las opiniones de políticos, urbanistas, antropólogas, abogados, vecinos y afectadas, hoteleros o periodistas, todos ellos y ellas afectados por el proceso de la gentrificación, toman el espacio durante una hora y media. Los tres actores en escena son los encargados de narrar, con su propia voz, un trabajo de investigación que ha durado un año. Y lo hacen con la palabra, pero también con el cuerpo, transmitiendo esa sensación de acogida y expulsión constante en medio de un escenario que se olvida de la ortodoxia común. El colectivo, especializado en teatro político y formado por los actores-creadores Alba Valldaura, Mariona Naudín e Ireneu Tranis rompe la cuarta pared con una puesta en escena en la que el público también participa. Con el riesgo que esto supone, ya que, al formar parte del espacio urbano, puedes ser arrojado hacia otra zona de la sala. Y como ocurre fuera del teatro, aquí, tampoco sirven las excusas.

De fondo, cuatro pantallas van cubriendo de imágenes, frases y sonidos el espacio que, de un instante al otro, cambia del humor a la tensión cuando te explican en primera persona las consecuencias de que un fondo buitre intervenga en tu alquiler y se incremente vertiginosamente el precio que hasta ahora pagabas por vivir en una zona que ya es terreno de inflación económica. Con sus calles repletas de turismo y su Miró y su Gaudí y una retahíla de espacios perfectamente embellecidos para mayor gozo de sus habitantes. O, al menos, de aquellas personas que puedan permitírselo, ahora que el precio medio de un alquiler en Barcelona ha superado ya la barrera de los 1.000 euros mensuales.

Y es que una consecuencia directa de la gentrificación, al poner de moda determinadas zonas, es el desplazamiento de la población original de un barrio por otra de mayor nivel adquisitivo o por una actividad comercial más rentable. Y lo rentable es siempre trending en Barcelona. Sobre todo, bajo esa premisa de que cualquier espacio, no importan ya sus dimensiones ni sus caracteres, es carne de inversión para el que viene. Pero, como cuestiona Mos Maiorum, «¿qué ocurre con el que se va?».