En el último Eat Street se nos ocurrió la maravillosa idea de llenar el espacio con globos. Cuando empezamos a regalarlos a los niños, se formó una cola como si regaláramos chucherías. Pero hubo un niño predecesor. Porque hubo globos predecesores. Antes de la edición, practicamos en la oficina, que semos mu profesionalesh. Entre globo y globo, el niño de una vecina paquistaní entró como una ráfaga de viento y se abalanzó sobre ellos, soltando su tigre de peluche. Cogió dos y quiso salir tan rápido como entró. Tuvimos que correr detrás de él para devolverle su tigre. Los globos de prueba se los regalamos, claro.

No es que hayamos aprendido algo muy profundo de la experiencia, pero si tienes un globo, you get the power.