Ya son las 23:30h de un día entre semana cualquiera. Después de media hora de zapeo y comprobar que en la tele hay una profunda ausencia de programación interesante, me dispongo a maratonear con alguna serie de las que enganchan más que el running. Mi única compañía: la guarrería que consiga encontrar en el armario de lo que no-caduca-en-años porque lo último que me apetece ahora es cocinar. Con un entusiasmo desmedido mi coleguilla más fiestero me pregunta dónde puede llevar a cenar a unos Erasmus que están on fire por el Raval

Al minuto, el móvil parpadea: una maldita llamada. Al otro lado del hilo telefónico oigo a mi coleguilla más fiestero. Con un entusiasmo desmedido me pregunta dónde puede llevar a cenar a unos Erasmus que están on fire por el Raval. Como veo que lo que quieren es liarse, la mejor opción será enviarlos al Pesca Salada (c/ Cera, 32) donde se podrán comer un atrevido bocadillo con un gintonic preparado con mucho amor. Sigo con lo mío. El WhatsApp emite su tututun al poco rato.  Y como creo que tengo nomofobia –tú también, y lo sabes–, lo cojo sin pensar. Mis amigas cinéfilas salen del Renoir y quieren comentar la peli zampándose algo rápido. ¿De veras que desconocen la existencia del mítico Fidel (c/ Ferlandina, 24)? Podrán escoger entre más de 60 bocadillos y compartir unas bravas mientras discuten sobre por qué el protagonista siempre se lía con el pibón cuando en circunstancias normales seria claramente inaccesible. Se ilumina la pantalla.

Otro mensaje: Mr. Ligoteo acaba de quedar con la famosa chica del Tinder para ir a la inauguración de una expo y cree estar enamorándose sin remedio. Necesita alargar la cita. Están por el Eixample, así que los mando directos al Velódromo (c/ Muntaner, 213), se pondrán las botas con cualquier arroz, tártar o entrecot y seguro que cae… Empiezo a tener hambre y la bolsa cutre de Cheetos no calma mi creciente glotonería. Tututun. Un amigo sale ahora de currar y dice que desfallece por momentos, va con moto, así que le digo que se acerque al Kiosko (c/ Marqués de l’Argentera, 1) y se zampe una de las mejores burgers de la city –la Pollo me sentaría tan bien–. En este punto, la serie está en pausa y veo que soy el único que está en casa esa noche, mi vida social peligra. Silbido del Telegram –sí, hay gente que lo usa–. Un grupo de colegas salen de un concierto en el Apolo, el hambre les aprieta y les propongo el legendario Els Tres Tombs (Rda. de Sant Antoni, 2). Es una noche cálida y en la terracita con unas tapas acompañadas con cañas estarán la mar de bien.

Tututun: la cosa empieza a descontrolarse. Mr. Traje sale de una reunión y le toca pringar y llevar a sus clientes a cenar por la zona alta. Fácil: Il Giardinetto (c/ Granada del Penedès, 28), cocina italiana con un servicio clásico en una ambiente de lo más Gauche Divine, quedará como un rey. Mi estómago acaba de ronronear, creo que bajaré al Rekons (c/ Compte Urgell, 32). Sí, será lo mejor. Devoraré un par de empanadas argentinas y un trozo de carrot cake, que ya me he cansado de tanta pantalla. Y apagaré el móvil, que a estas horas ya no queda cocina abierta en la ciudad.

 

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»18px»]Irene Guardiola es nuestra gastro blogger invitada del mes. Podéis leer más en Sr. Boca