Ayer se cumplían nueve años del 4F, de la Ciutat Morta. Unas 5.000 personas recorrieron las calles de Barcelona no para reabrir el caso, sino para mostrar su repudia a la impunidad y para lanzar su advertencia: la sociedad cada vez está más organizada y cada vez cuestiona más las versiones oficiales. Me gustó especialmente el ejemplo que ponía Jaume Asens, miembro de la Comisión de Defensa del Colegio de Abogados de Barcelona: «a Esperanza Aguirre la absolvieron porque su palabra valía más que la de los agentes, en casos como el 4F o Can Vies la de los policías es la única palabra que se tiene en cuenta para dictar sentencia».

¿Se les acaba el chollo? En parte sí, pero ésta es una lucha constante. Como la de María Goretti, una vecina del Guinardó a la que iban a desahuciar ayer, que padece el Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple, por el que está en silla de ruedas y que consiguió ayer que no la desahuciaran. Porque decenas de personas acudieron a su domicilio y decenas de periodistas pusieron sus ojos allí. Por organización, al fin y al cabo.

Que la sociedad se organice tampoco es ningún acto antisistema. Así, la UE se monta también sus asociaciones y quiere ahora sumar a sus acuerdos a todos los países del Mediterráneo. El enemigo, el yihadismo. El 13 de abril se reunirán en Barcelona los ministros de Exteriores de la UE y del resto de países mediterráneos, eso sí, sin Libia ni Siria, que no están invitadas al cónclave. Y así el mundo va girando, sin un rumbo claro.