Es un miércoles laboral como cualquier otro. El sol de abril brilla nítidamente en la ciudad, anunciando el esperado cambio de estación que se ha retrasado unas semanas. La temperatura es agradable, y una suave brisa de levante mece el hormigón barcelonés. El camionero en su camión, la profesora en el patio del colegio, el administrativo desde su pequeña ventana, y la dependienta fumando el cigarrillo. Todos ellos miran al cielo y suspiran: Joder, qué buen día hace… Mientras tanto, en el Upper Diagonal:

13:53h
–Tío, perdona que llegue un poco tarde. Me he tenido que escapar de una conference call.
–Tranquilo, tenemos la pista reservada.
–¿Estamos todos?
–Sí, Uri y Carlos ya están allí.
–Hoy les fundimos, ¿eh?

Como cada miércoles, han quedado a la 13:45 para jugar su partido semanal. Algunos juegan más de un día a la semana, pero ese partido lo tienen fijado en la agenda. Después de unos minutos de peloteo, empiezan a jugar.

15:01h
El partidillo ha transcurrido plácidamente. Hoy Marc y Carlos han ganado por 6-3 / 4-6 / 7-5. Ha sido un partido duro y han conseguido sumar su tercera victoria consecutiva, por lo que la cerveza la tendrán que pagar Alex y Guillermo, que no consiguen levantar cabeza. Este último está especialmente molesto: su nueva pala no se acaba de adaptar exactamente a sus necesidades: dice que está descompensada, demasiada potencia y muy poco control. De camino al vestuario analizan el resultado entre los cuatro, destacando los puntos más importantes del partido. Después de la ducha, se sientan en la terraza a comer un arroz y tomar una caña.

15:14h
–Bueeeeeeno, joder, eso sí que es vida –dice uno de los cuatro, no importa cuál.
–Es que ya te digo. Si no fuera por estos momentos no sé qué haría. Todo el puto día currando y ¿para qué?
–A mí me da un poco de pereza volver a la oficina. Creo que iré a casa y trabajaré desde allí.
–Qué suerte la tuya. Yo tengo que irme a Sant Cugat a visitar a un cliente. Eso ya es una putada de por sí, porque a estas horas los túneles van a reventar. Pero es aún peor, porque el cliente es ¡mi yerno!
(Risa generalizada)
–Pfff, pues yo he tenido que negociar con mi mujer lo que no está escrito para venir.
–Pero qué dices, si te pasas la mitad de la semana en el Club jugando.
–Sí, y la otra negociando.
(Risa generalizada)

Al acabar de comer, los cuatro amigos-rivales se sienten muy bien. Han aliviado la tensión a ritmo de volea, bandeja y smash. Cuando vayan a trabajar por la tarde (si lo hacen), lo harán con mejor ánimo y salud. Vivir en el Upper es vivir mejor.

16:24h