Pues parece buena idea si las cosas que haces de manera espontánea son las que te hacen estar mal de la cabeza. Así que, primero, vamos a descubrirlo:

Piensa en una cosa que te pone fatal. Ahora piensa qué haces espontáneamente para intentar esquivarla o afrontarla. ¿Al hacerlo te sientes mejor o peor? ¿El mal rollo se reduce o sigue ahí? ¿Crees que en el tiempo que llevas haciendo this para combatir that el problema ha crecido o se ha hecho chiquitín? Si sigues haciendo this, ¿tienes esperanza de mejorar o quizá tendrías que hacer another thing? Si tus respuestas han sido peor, sigue ahí, ha crecido, another thing sería una idea estupenda cambiar tu manera espontánea de hacer las cosas.

And, yes, you can! Cuando hablamos de ser espontáneo, nos referimos a actuar sin preparar las cosas, sin pensar, sin controlar, sin que nos cueste, tal como nos sale de dentro. Pero todo lo que hacemos de manera natural, en realidad, lo hemos repetido y repetido infinitas veces, en un largo camino de aprendizaje y entrenamiento, hasta automatizarlo. Casi todo lo incorporamos de niños y no tenemos consciencia del esfuerzo que hicimos. De hecho, lo que aprendimos realmente en la infancia fue a hacer las cosas de manera voluntaria: a pensar, controlar o preparar las cosas para cubrir nuestras necesidades. Pero con el tiempo las necesidades cambian y si las cosas que hacemos espontáneamente nos hacen estar mal de la cabeza, tendremos que repetir infinitas veces nuevas maneras de hacer las cosas, hasta sumarlas a nuestro repertorio. Como dijo Blaise Pascal: “no hay nada que no se pueda hacer natural y no hay nada natural que no se pueda perder”.

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