Durante una visita a una exposición comentada por la propia artista, esta, ante la serie de materiales que iba a explicarnos en ese momento, dijo: “Y aquí tenemos esto que ahora se llama ‘display’, pero que yo llamaré mesa”. La risa general fue inevitable. Con aquel comentario irónico la artista subrayaba la desorientación que producen los tecnicismos (del arte), aunque su razón de existencia sea precisamente todo lo contrario. También nos devolvía al carácter profano de los elementos que constituyen una exposición. Por extraña que fuese aquella mesa —demasiado baja y siguiendo la superficie de un muro que dividía dos salas—, no dejaba de ser una mesa. Una de las habilidades del arte es que muchos objetos, a veces rutinarios, poco excepcionales o incluso invisibles fuera de las salas de exposiciones, abandonen su condición prosaica, también sus usos habituales, para convertirse en otra cosa. Su función viene determinada por el cambio de contexto y por la variación de su significado. La fuerza de esta variación, no obstante, reside en el desacuerdo con su función habitual.

Lo que en arte llamamos “display” suele referirse a la disposición de los elementos dentro del espacio expositivo. Unas veces pertenecen a las obras, otras son parte de una estrategia eventual para exhibirlas. Es aquí donde aparecen los bancos, las peanas, las vitrinas o las cartelas. Elementos indispensables, pero de segunda categoría. Su función principal es ser útiles y pasar desapercibidos. Su supresión en numerosas exposiciones de la ciudad nos hizo pensar a un amigo y a mí en la creación de un comité en el que peanas y cartelas se rebelan contra su condición subalterna, manifestándose en grupo en todas aquellas exposiciones de Barcelona que prescinden de ellas.

Por contrapartida y teniendo en cuenta cierta pasión de nuestro contexto por las exposiciones de archivo, muchas obras en formato editorial podrían crear el comité anti-vitrinas, exigiendo el derecho a ser consultadas y tocadas por los espectadores. Los bancos, relegados a luto en blanco o negro, podrían también unirse para reclamar su derecho al color. Esta campaña podría estar apoyada por Pantone, llegando a promover el banco naranja catalán tras una nueva fusión entre rojo y amarillo.