Cuando pensamos en perros policía, quien probablemente nos venga a la cabeza es Rex, un pastor alemán que protagonizó la longeva serie austríaca de los años 90, Comisario Rex. Sin embargo, el guión de esta ficción de éxito mundial no está tan alejado de la realidad. La policía sigue apostando por las unidades caninas porque su olfato es clave en la lucha contra el narcotráfico, la búsqueda de personas, explosivos, billetes o armas.
Los perros policía tienen entre 200 y 300 millones de receptores olfativos. El ser humano solo 5 millones. Algunas de las operaciones policiales y militares más complicadas no podrían llevarse a cabo si no fuera por los canes. Su poderoso instinto, su increíble capacidad de rastreo y un entrenamiento especial hacen que sean vitales en algunos servicios. En el ejército estadounidense, incluso, representan un lugar irremplazable en la estructura militar y superan en rango a sus compañeros humanos guías: todos los perros militares de servicio son suboficiales.
En los últimos años, el Partido Animalista PACMA ha denunciado las lamentables condiciones en las que viven algunos perros en fuerzas de seguridad como la sevillana o gaditana; encerrados en jaulas en sótanos entre aguas fecales que suponen un peligro para la integridad del animal. “Seguro que la ciencia acaba encontrando robots que tengan prestaciones similares a las que tienen hoy en día algunos animales, como el perro con el olfato”, asegura David Martínez, portavoz de PACMA en Cataluña. “Se están haciendo grandes avances gracias a la presión que hacemos desde las organizaciones y llegará un momento que ya no se utilizarán animales ni para el control, ni la vigilancia ni la experimentación”.
En la unidad canina de la Guardia Urbana de Barcelona acaban de jubilar a un belga malinois, que junto a los pastores alemanes y los border collie son las razas que desarrollan un desempeño más efectivo. Cuando adquieran el noveno miembro de la unidad lo adiestrarán mediante una técnica particular, poco agresiva, conocida como marcaje pasivo: “Nuestros animales están entrenados para que cuando detecten droga en personas avisen a sus guías dándoles una señal. No establecen contacto alguno con el objeto, sino que cuando encuentran algo sospechoso se sientan al lado”, afirma Josep Jordi Guerrero, intendente jefe de la Unidad de Refuerzo de Emergencia y Proximidad de la Guardia Urbana.
Los caballos y su jubilación
Pero no sólo de perros policía viven los agentes. El caballo, sin ir más lejos, ha estado a nuestro lado durante más de 6.000 años. Noble, leal y generoso, ha revolucionado el transporte, la agricultura y la guerra. Con el tiempo, ha establecido una relación fiel y simbólica con el ser humano, pero no todos piensan que haya sido recíproca: “Al caballo no le ha servido absolutamente de nada vivir con el hombre. Ha sido un esclavo, se le ha utilizado en guerras, como animal de tiro o como animal de vasto. ¿Qué recibe a cambio? Muchas estatuas, cuadros, canciones y una vida muy sacrificada”, considera Leonor Diaz de Liaño, presidenta de la Asociación de Defensa de Equinos (ADE).
La unidad montada y canina de la Guardia Urbana desde hace un tiempo visita las escuelas y residencias de la ciudad para realizar diferentes talleres educativos en los que se transmiten valores como el civismo, el vínculo y el bienestar animal, así como la convivencia ciudadana. “Nosotros no hacemos nada con los animales que no estén haciendo otras personas con los suyos para el cuidado humano, por ejemplo. Puedo entender que muchas entidades protectoras piensen que estos animales no deben estar sometidos ni a entrenamientos ni a actividades y que deben vivir libres en la naturaleza, pero no lo comparto. Creo que los animales pueden convivir con las personas, crear un vínculo afectivo muy intenso y prestar también un servicio”, recalca Guerrero.
Algunas organizaciones animalistas como FAADA o PACMA se han posicionado en contra del uso y explotación de animales en labores de seguridad y vigilancia, ya que aseguran que la falta de normativa que regule este tipo de actividad conlleva una grandísima desprotección durante los entrenamientos o su jornada laboral. “El hecho de que el ser humano utilice el animal es lo que llamamos cosificación, como si nosotros fuéramos seres superiores y los animales se les tratara de cosas o seres inferiores, y tuviéramos el privilegio de hacer lo que queramos con el animal”, denuncia Martínez.
“Hoy en día en el siglo XXI para qué vas a exponer al caballo a manifestaciones, partidos de fútbol, a pedradas, a estrés cuando puedes hacerlo desde una tanqueta o una moto.”
La Unidad Montada de la Guardia Urbana de Barcelona fue una de las más reconocidas y prestigiosas en el ámbito internacional. Fundada en 1856, el objetivo de entonces era vigilar las puertas de la ciudad que, en aquellos años, todavía estaban envueltas por la muralla. En época de vacas gordas habían llegado a contar con 60 caballos – ahora disponen de 28- , pero parece que la ciudad ya no está para exhibiciones tradicionales, carruseles o protocolos pomposos; la adaptación a los nuevos tiempos les ha hecho reorganizar la unidad y sus funciones, entre estas, disolver la banda musical en 2016.
Gemma Bochaca, caporal de la unidad montada, admite que han tenido que reinventarse: “Los desfiles protocolarios se sigue haciendo en días puntuales como las fiestas de La Mercè o la cabalgata de reyes, pero ahora estamos centrados en el patrullaje por la zona litoral de Barcelona, la zona forestal de Collserola y los parques urbanos”. Explica que el hecho de ir montados a caballo les permite tener más visibilidad del entorno “y a la vez favorece la prevención, porque la gente nos escucha. Además, hay muchos parques y bosques donde se cometen actos incívicos que a los coches o las motos les es imposible llegar; nosotros tenemos fácil acceso y no contribuimos a la contaminación acústica ni ambiental”, dice.
A diferencia de la Policía Nacional o la Guardia Civil, la Guardia Urbana dejó de realizar funciones de orden público y actuar como antidisturbios desde hace tiempo. Sin embargo, otras unidades montadas de diferentes cuerpos de seguridad reciben una educación rigurosa. “A muchos de estos caballos se les somete a un método de entreno que se llama por inundación, es decir, inundar al animal con estímulos negativos, acostumbrándolo al ruido de tiros, explosiones, golpes para que no entre en pánico, ya que su reacción más primaria es la huida”, asegura Díaz de Liaño, y añade: “hoy en día en el siglo XXI para qué vas a exponer al caballo a manifestaciones, partidos de fútbol, a pedradas, a estrés cuando puedes hacerlo desde una tanqueta o una moto”.
Desde su domesticación, numerosas investigaciones han demostrado que el vínculo entre los caballos y sus jinetes o amazonas se fortalece cuando hay confianza, cooperación y atención. “Es tu binomio, así que deben tener la confianza de que tú estás allí para protegerle. Si tienen miedo de los humanos es que algo malo les ha pasado. Si se sienten traicionados porque les han hecho daño entonces serán animales que desconfiarán siempre”, dice Boacha, quien se ha quedado a Jaleo, el macho que montó durante años en la unidad y que ahora está jubilado.
Su final no será el mismo que recibirán otros. “A diferencia de los perros policía, el caballo solamente tiene valor para el ser humano mientras es joven, sano y se puede montar. En el momento en que se lesiona, o se hace viejo y por lo tanto no se le puede sacar un rendimiento, entonces el animal ya no interesa. El final de vida del caballo, después de todos los servicios prestados, en general es el matadero”, confiesa Leonor Díaz de Liaño, quien desde ADE rescata a estos animales del maltrato y los da en adopción.