Por lo visto este mes va de basura la cosa. Pos vale. No pienso hacer ningún alegato a favor del reciclaje ni comentar nada acerca de la campaña “Envàs, on vas?” más allá de que me encantan esas pelucas, esas armonías y esos bailes sincronizados. No hablaré de containers ni de camiones de la BCN Neta que nos riegan de las plazas. Voy a hablar de otra clase de basura, la basura del postureo barcelonés. ¡TA-CHÁN!

 

No necesitáis que os haga una introducción de lo que es el postureo, que si vivís en esta ciudad bien sabéis de sobra a qué me refiero. El figurar y el PARECER mazo de guay es un vicio muy arraigado en BCN. Se respira en las calles del Born, de Gràcia, del Raval y un poquitín por el Eixample, aunque como las calles son más anchas el tufo se diluye. La cosa huele un poco a gafotas, a flequillo, a mírameperonometoques, a “estuve allí y también allá”, a cerveza gratis de inauguración, a gin-tonic carísimo de bar donde no ves un pimiento, a despachos culturales donde cada vez que entras te obligan a hacerte socio, a ropa vintage y a endogamia. Y hasta aquí, nada en contra porque, oye, yo también luzco mi flequillazo orgullosa y no llevo gafotas porque me operé de mi miopía galopante en la Barraquer, oh, yeah! Me molan los trapitos rarunos, las cervezas gratis, los gin-tonics y los bares donde no se me ven los poros abiertos. Ah, y soy muy amiga de mis amigos y tengo miedo de los desconocidos la mayor parte del tiempo. Neurótica. Sí. Bien. Gracias.

 

Lo que me resulta detestable es la falta de autenticidad de muchas propuestas que se presentan como rompedoras y alternativas y, al final, no son más que una excusa para un “ven, déjate ver y de paso te gastas unos euros en nuestro local intentando emborracharte”. Por ejemplo. La expo We Porn que montaron los de In-Cultura el sábado pasado. No tengo nada en contra de ninguno de ellos. Aclaro. Hay que venderse y ser artista no cotiza al alza. Entiendo. Pero, ¿es We Porn un título überpretencioso para lo que en realidad vimos los que nos congregamos allí? Sí.

 

Para que me entendáis, propongo otro título acorde con la realidad y que hubiera llenado el local de gaznates sedientos por igual: “¡Pasen y vean pinturas muy bien hechas de tías estupendas en pelotas, vídeo en loop de tía estupenda en pelotas y performance final de tía estupenda en pelotas dejándose pintar y manosear un poco por otra tía estupenda ligerita de ropa!”. Eh, hay que tener dos huevos para estar en pelotas. O qué. A mi ya me cuesta desnudarme en la playa, y eso que todo el mundo está en pelotas. Imagínate hacerlo cuando el resto están vestidos y mirándote. Válgame.

 

No quiero desmerecer la entrega y el esfuerzo que hay detrás de esta expo, ni ensañarme con esta gente en particular, que no los conozco, y probablemente son personas maravillosas que ya no conoceré. Pero me sirven como ejemplo, porque aún tengo la impresión vívida en mi cerebro. Se siente. El caso es que yo iba preparada para otra cosa. Por la descripción escueta pero contundente del evento, me imaginaba que el tinglado iba de punkis lesbianas masturbándose con cabezas de pescado y chorreando squirtings a diestro y siniestro, y que acabaría llorando, mamá, sácame de aquí, porque un señor gordo me subiría la falda para olerme el culo mientras recitaba poemas guarrindongos.

 

Nada de eso pasó, evidentemente. Pero nada de lo que vi allí me conmovió, ni me ofendió, ni me escandalizó, que creo que es lo que debe provocar el arte. Por el contrario, sí sentí que alguien pretendía liberarme de mi anodina insustancialidad con una falsa promesa de transgresión. Como lo he sentido tantas otras veces, en tantas otras expos, performances y happenings en locales oscuros o bien iluminados. Ingenua yo, por caer en la trampa. Y es que hay una Barcelona muy de propuestas vacuas y pretenciosas; una Barcelona muy poco de reírse de sí misma y muy de aparentar; una Barcelona muy de quiero y no puedo, de necesitar que la rediman y que la validen como alternativa y cool y blablabla, me aburro. Y a eso yo lo definiría como basura. Aunque supongo que, en parte, todo esto es consecuencia del conservadurismo político y social de nuestros tiempos.

 

¿Os imagináis que, en un sketch de un programa de la tele pública, saliera una artista cincuentona, ataviada con boa de plumas y haciendo como que se mete clenchas, mientras entona un tango llamado “Cocaína”? Releed la pregunta de nuevo, que es muy larga y necesito que creéis esa imagen en vuestro cerebro.

 

Así pues, ¿os lo imagináis? ¿Hoy día? NO. Impensable. Pues ese sketch existe, lo protagoniza mi superadmirada Mary Santpere y se retransmitió en el programa Tariro Tariro de la Televisión Española, la de TODOS, a finales de los 80. Check it out, está en YouTube. Y ahora nos parece fuerte que un don nadie le toque una teta a una doña nadie en Quién quiere casarse con mi hijo… Somos unos cursis. En mi humilde opinión.

 

La basura posturera nos empobrece. Nos impele a entrar en un bucle autorreferencial de escaso provecho para la humanidad del que no aprendemos nada y nos hace creer que inventamos, sin inventar; que transgredimos, sin transgredir; que avanzamos, sin avanzar. Como si nos fuéramos pegando cabezazos contra el mismo puto muro una y otra vez sin abrir ni una triste grieta. Y mientras, los de arriba, nos miran frotándose las manos mientras murmuran, entre risitas maliciosas, “menudos catetos”.