Primarias. Es una palabra bonita. Todo lo primario es original y auténtico. Los colores primarios son los más intensos. Las sensaciones primarias -¿o era primitivas? ¿no es lo mismo?- son las más genuinas. La primera vez de todo es la más inocente, la que siempre se recuerda, en la que todo se pone a prueba y el ser humano se muestra, de verdad, tal y como es.

El PSC convoca primarias. Y el PSOE también, que para eso van siempre a caballo el uno del otro, como si fueran dos sujetos diferentes y el mismo al mismo tiempo -ea-. Pero ahora usted, amigo, puede elegir al que será el alcalde de Barcelona si el PSC gana las elecciones municipales de 2015. Para todo eso hay que tener en cuenta que entonces, tal vez Cataluña es independiente, tal vez sabe la respuesta a dos preguntas concretas y esto hay que volver a empezarlo de cero, o tal vez el PSC se ha desintegrado y todos sus antiguos integradores están en la cárcel por votar, en general, lo que les da la gana. Pero {de moment} y salvo cambios probables, usted y yo podemos elegir al candidato socialista si estamos censado en Barcelona.

Eso sí. Para elegirlo tienen que suceder dos cosas: que usted esté afiliado al PSC o que no esté afiliado al PSC. Es decir, que usted puede votar sí o sí. Si pertenece al primer grupo, damos por hecho que usted buscará a su candidato y le dará su apoyo. Los que no lo estén, pueden elegir entre, de momento, seis candidatos, y votar al que consideren mejor.

¡¡¡Un momento!!! ¿Al que consideren mejor? Porque si usted es votante de Ciutadans, CiU, ERC, PP o UPyD -por orden alfabético-, tal vez quiere votar al peor candidato y aguarle una fiesta, de momento ya bastante aguada según las encuestas, al partido de los socialistas catalanes. Si sale el candidato menos carismático, mejor para usted y para los candidatos no socialistas a los que usted defiende.

Falsa alarma. Para votar habrá que pagar un euro y firmar un manifiesto progresista. Tal vez en Barcelona, para alardear de tópico, un euro sea arma suficiente para librarse de los villanos. Pero a Rubalcaba no le parece bastante. Para frenar a los malos, en las primarias españolas habrá que pagar dos euros, inscribirse en el censo, y firmar otro compromiso con el progresismo. Además, el censo cerrará seis días antes de la votación, así que habrá que acudir por lo menos dos veces al centro electoral correspondiente.

Aún no sabemos si las fuerzas malignas actuarán, o si cada población será lo suficientemente madura como para hacer uso del «sentido de Estado» y votar al mejor candidato en primarias aunque no comulgue con las ideas del partido. Uno puede no ser socialista, pero votar al que considera mejor de entre ellos por si los suyos no ganan. Pero lo cierto es que esa opción no la consideran ni los propios socialistas al hacerle a usted firmar un compromiso con las ideas progresistas. Como si firmarlo garantizara que somos todos progreso. Pero son primarias y además primeras. Son auténticas, genuinas, inocentes.

Me pregunto entonces: el manifiesto, ¿lo firmarán también ellos?