Ilustración de Ivan Cuadros.

Ilustración de Ivan Cuadros.

En la entrevista que Raimundo Viejo, de Podem, concedió a El Crític, nos encontramos con un discurso muy típico de la izquierda: una mezcla de pop estadounidense con intelectualismo europeo de los años 60 y 70 que, en muchos casos, es desconcertante.

Todos aquellos que hayan pasado por el via crucis del estructuralismo, la desconstrucción y la postmodernidad tienen dos opciones: o tirarlo a la basura o adherirse a filósofos como Zizek. El problema con Zizek es que es más bueno como humorista que como filósofo. Y aquí viene la cuestión de tomarlo o no en serio.

Según Raimundo Viejo, hay que dejar de creer en mitos. Hay que ser irónicos, hay que volver a los sofistas (y luego añade a Platón y Sócrates, que son precisamente lo contrario de los sofistas, en fin). Y Pablo Iglesias lo consigue. Es irónico. No se toma en serio a sí mismo. Lo compara con Jack Sparrow. Lo compara con Woody Allen. “La diferència amb Ada Colau i David Fernàndez és que ells es prenen massa seriosament a ells mateixos i l’Iglesias no. Pablo és més aviat un Woody Allen. Un tipus que es posa en qüestió a ell mateix constantment.” Sí, Raimundo Viejo considera que Pablo Iglesias no se toma en serio a sí mismo. Pongamos que es verdad, lo cual es poner mucho. Pongamos que Iglesias se toma a broma, como cuando al cerrar el pacto con IU, dijo: “Me encanta que los planes salgan bien”, frase de Hannibal, del Equipo A. Incluso en el contexto pop parece una broma demasiado pretenciosa y ególatra. Parece más bien que se tome en broma a los demás, o que en lugar de ponerse en cuestión no sepa qué cuestiones ponerse.

Ada Colau, no. Ada Colau se toma en serio, es una mujer trágica, según Raimundo Viejo. Como Antígona, como Sófocles. Pablo Iglesias es Platón, un filósofo con tanto sentido del humor que expulsó a los poetas de la República ideal. Arremete contra el GAL y al día siguiente: “Pedro, hablemos”. A esto lo llama Raimundo Viejo tener cintura política. Otro lo llamaría desorientación, improvisación política. Quizá se trate de sentido del humor.

Pero también, dice Viejo, hay que ser épicos, trotskistas con banderas rojas. ¿Para qué? Para ser creíbles, verosímiles. “El trotskista patètic amb una bandera roja parlant, pesadíssim, del proletariat quan ja ningú en parla, és portador d’un fil, de quelcom que paradoxalment necessitem per ser creïbles” [la cursiva es mía]. No hay que crear mitos, pero debemos aprovecharnos de ellos, eh…, con humor. “Recordo molt el poema de Pasolini, ‘Io so’. No necessitem proves empíriques. Però algú ha de poder dir que ‘ho sabíem’.” ¿En serio o en broma? Porque si no crees en pruebas empíricas, si eres un sofista que crea relatos verosímiles sin pruebas ni nada por el estilo, en fin, es algo muy parecido al mito o al charlatanismo. Lo sabemos. Punto. La tierra es plana. Punto. No necesitamos pruebas, pero no hay que creer en mitos. Iglesias es un pirata desternillante y Colau es una Rosa de Luxemburgo pesadísima. Al final, parece que lo que Raimundo Viejo debería tomarse con más sentido del humor es la pugna de poder en Podem, entre Albano Dante, Je-ssica Albiach y él mismo, porque, por mucho sentido del humor que quiera ponerle, él está tomando partido con ataques que no son ataques, sino bromas, pero bromas que se toma muy seriamente.