Duncan Campbell siempre ha sido un auténtico freaky de la programación. A los 8 años le regalaron su primer ordenador, y desde entonces no se ha despegado de una pantalla y un teclado. A pesar de que estudió (ojo al dato) geografía, su vida ha girado en torno a los números y simbolitos raros de forma innata. Hasta hace 6 años trabajaba en Londres programando para bancos y otras entidades del mundo financiero, pero las exigencias de la city le agobiaron y aburrieron solemnemente. Así que cogió sus bártulos y pa’ Barna que se vino.
Y nada, oye, una vez aquí se papó unos cuantos libros de programación y, así como quien no quiere la cosa, aprendió a hacer aplicaciones. La primera fue Fontages, una aplicación que desarrolló a modo de práctica pero que acabó triunfando más de lo que él mismo esperaba. Como a todo hijo de vecino, el sabor del éxito le gustó y mucho, y eso lo animó a seguir avanzando. Y vaya que si lo hizo. En poco tiempo ya estaba realizando apps por encargo y con su propia agencia, Gorilla Arm, que consta de un equipo de varias personas.
Rtist, una aplicación que permite convertir fotografías en obras de arte y poner en contacto directo a los autores con sus clientes, surgió durante una visita a casa de una amiga suya. Tenía una obra colgada en su salón, “feísima por cierto”, de la susodicha con su marido. La reacción de Duncan fue algo así: “¡OMG! ¿Qué coño es eso? ¡Es horrible!”. Pero el aturdimiento ante semejante adefesio se convirtió en fascinación cuando su colega le dijo que se trataba de una obra hecha por Michel Gondry, y que estaba basada en una foto de la pareja. Así que pensó: “¡Joder! Es súper feo, pero yo quiero algo así”, y mil bombillas se encendieron en su cabeza cuando se le ocurrió elaborar una app que permitiera hacer lo mismo con artistas.
Si la idea surgió el 9 de diciembre de 2015, un mes después ya existía un prototipo de la plataforma y tres meses después se lanzó el proyecto con algunos autores. Estos marcan sus precios, que suelen ser los que pondrían en Instagram, Pinterest, Etsy y demás. Y si a alguien se le ocurre enviar un selfie de su hija en el espejo o una foto con las 50 personas que asistieron a la cena de Navidad de la empresa, queda en manos del artista rechazar el trabajo sin más. Tanto el ilustrador como el equipo de Duncan mantienen una relación de tú a tú con el cliente durante todo el proceso, hay feedback e incluso se le envía un boceto de cómo quedaría aproximadamente la obra. La pieza se suele entregar unas tres semanas después de la realización del encargo, aunque todo en esta vida se puede negociar.
La iniciativa parte con 15 artistas e irá añadiendo más poco a poco (unos 70 han solicitado entrar). El proceso es fácil: el autor se crea un perfil en la plataforma, manda unas fotos de lo que hace y a esperar. Solo hay sitio para los mejores. Duncan y su equipo quieren realizar una cuidadosa selección para configurar una cartera de artistas que sean, por encima de todo, originales y creativos.
Como es lógico, no vale cualquier cosa y mucho menos a cualquier precio. Para proteger el trabajo artístico de las tendencias que precarizan, propias de este fantástico sistema capitalista, se exige un precio mínimo de 50 o 60 euros por obra. Los artistas son mayoritariamente retratistas, pero también hay algunos especializados en animales o paisajes. La mitad barcelonins, la otra, de otros puntos como Madrid, Valencia o Sevilla.
De momento la plataforma solo está disponible en España y para utilizarla necesitas un iPad o un iPhone, pero todo llegará. Y si todo sale bien, Duncan podrá empezar a dormir, vivir y cobrar de nuevo —porque ahora no lo hace. Gajes del oficio. Así que si eres de los que echan humo buscando ideas originales cada vez que llega San Valentín, Navidad, el cumpleaños de la abuela o la boda de tu primo (y encima te gusta el arte), entras dentro del target de Rtist. Si no, siempre te quedará seguir regalando relojes, carteras, perfumes o calendarios de gatitos, que para gustos, los colores.