“Es imprescindible formar parte de las instituciones para recibir subvenciones”, le decía Elisabeth Ruiz, encargada de coordinación y gestión de Antic Teatre, a BCN MÉS en el último reportaje sobre el lío de las subvenciones culturales. Y Toni Casares, director de la Sala Beckett, fue elegido por el Pleno del ICUB para formar parte del Consejo Ejecutivo, que tiene entre sus funciones participar en la destinación de las subvenciones de cultura. Dicho esto, y sin poner en ningún caso en tela de juicio el imprescindible papel de la Sala Beckett en la promoción de la cultura en Barna —más bien, el funcionamiento de las instituciones—, podemos hablar de su nueva sala.

Hace casi diez años, los dueños del lugar que ocupaba hasta ahora el teatro en Gràcia, avisaron a los ocupantes de que sus días de actuación en el barrio estaban contados. Empezó entonces la eterna búsqueda del nuevo Edén. Hasta que encontraron el espacio que antes ocupaba la Cooperativa Pau i Justícia en Poblenou. En octubre de 2014, firmaron un convenio con el Ayuntamiento para llevar a cabo las obras de remodelación correspondientes. Es decir, la financiación correspondiente. El acuerdo se tradujo en dos millones de euros a cargo del ejecutivo municipal y otro millón por parte del Consorcio por la Rehabilitación de Teatros, formado por el propio consistorio, la Generalitat y el Ministerio de Cultura.

Con el cambio de sede, aunque todo se mantenga y respete, por arte de birlibirloque, la Beckett pasa a formar parte del Programa de Fábricas de CreaciónParece mucho, pero no es tanto. El proyecto inicial contaba con gastar 8,3 millones, así que los arquitectos, Eva Prats y Ricardo Flores, tuvieron que renunciar a levantar una planta más: los almacenes serán más pequeños y no habrá residencia para artistas invitados. En cambio, en las dos plantas de la nueva sede habrá dos salas de teatro, una escuela de formación, una sala de ensayos, oficinas y, como toda nueva sala que se precie, un bar. El aforo también crece. 250 localidades para la grande —que es un puñado de butacas más que en la localización actual— y 100 para la pequeña. Aun así, su director quiso mantener la humildad: “Seguiremos siendo una sala pequeña porque continuamos apostando por la proximidad”.

El nuevo emplazamiento es una nave de 2.890 metros cuadrados que se levantó en 1924 para acoger a la entidad de la paz, que llegó a tener 1.250 socios. Cerró en 1980 y desde entonces ningún fantasma se había dignado a ocupar el espacio. Y digo “fantasma” porque es lo que quieren mantener los arquitectos, tocando muy poquito el aura que ya tiene el lugar. Entre sus paredes, como Cooperativa Pau i Justícia, llegó a haber una escuela, un economato, un teatro, una biblioteca, una coral y hasta un local donde se jugaba al ajedrez.

Lo divertido es cómo quiso seguir sumando medallas el exteniente de alcalde de Cultura, Jaume Ciurana con la firma del acuerdo. Con el cambio de sede, aunque todo se mantenga y respete, por arte de birlibirloque, la Beckett pasa a formar parte del Programa de Fábricas de Creación: el concepto es tan amplio que caben desde las impresoras 3D hasta uno de los buques insignia del teatro catalán. ¿Todo lo que innova, sea en el ámbito que sea, es ahora una Fábrica de Creación? ¿BCN MÉS es un Fábrica de Creación también? ¿Es la nueva mega marca Barcelona? Si el cocinero del Bar Manolo decide incorporar un nuevo ingrediente a la ensaladilla rusa, tipo yuca, ¿tiene una Fábrica de Creación?

Mientras dejen al teatro seguir descubriendo y apoyando a nuevos autores, todo irá bien. Dejar a los profesionales de cada gremi crear y decidir suele ser señal de buena política. Casares decía que quería continuar trabajando en la idea de Barcelona como referente mundial “de la escritura teatral contemporánea” —¿podemos dejar de querer ser referente internacional en cada minúsculo ámbito de la vida pública, mare de Déu del Remei?— para que no fuera “flor de un verano”. Que sea fabricada creativamente o no, es ya debate para futurólogos.

[gdl_icon type=»icon-asterisk» color=»#222″ size=»18px»]Fotografías de Adrià Goula