Aunque seas la persona más exigente de esta ciudad, seamos serios, tú no eliges la película que quieres ver. Llevado a un punto límite podríamos decir que es la película la que te elige a ti. Tus deseos están teledirigidos por una tupida red de medios grandes y chicos. Desde las poderosas campañas de Hollywood al más underground de los blogs de la red. En el cuello del embudo, toda esa información desemboca en la oferta “realmente existente” de películas que te ofrecen las salas. Y eso que tu oferta en Barcelona es un ágape copioso en comparación con el de Valdepito del Botijo.
No se puede esbozar de un trazo el panorama de las salas de cine de Barcelona obviando el contexto y la historia del cine, que irremediablemente desde su nacimiento ha estado unida al destino del Imperio y su todopoderosa industria radicada en Hollywood, California. El cine ha sido y es su más refinada arma propagandística.
A día de hoy, diversos factores como Internet y la piratería, la posible retirada o decadencia de Estados Unidos, las nuevas potencias cinematográficas de los BRICS, los avances tecnológicos en los hogares, la crisis de eso que llaman “la zona euro” o las nuevas alternativas de ocio están modificando las reglas de un juego que llevaban muchos años establecidas y que por narices están afectando al lugar de las salas de cine. Barceloneses, por muy especialitos que nos creamos, estamos en el mismo ajo.
Jack Valenti era dios
Jack Valenti fue durante 38 años, desde 1966 a 2004, líder de la MPAA, la madre del cordero. La MPAA es la asociación de las majors estadounidenses. Asociación, cártel, lobby, oligopolio o trust, me visto según la ocasión. Las majors son los históricos grandes estudios de Hollywood. La MPAA es la encargada de velar por la distribución y exhibición del cine americano en el mundo, ya sabéis, la gran monserga hipócrita del libre mercado de aquel que manda; os lo traduzco: nosotros exportamos libremente pero ponemos las barreras necesarias a la importación en nuestro país para proteger nuestro mercado. Los norteamericanos tienen prohibido el doblaje de las películas en su país y si alguna película les interesa compran los derechos y la rehacen, véase Abre los ojos – Vanilla Sky, sin ir más lejos. Valenti, empachado de cinismo contaba: “La mayoría de los americanos sólo hablamos un idioma. Eso nos hace tener cierto complejo de inferioridad. A los americanos no les gusta leer y ver a la vez una película. Por eso las películas subtituladas tienen tan poca vida. Las películas no se doblan porque tampoco les gusta. En Europa tienen un talento innato para el doblaje. Pero al público americano le molesta notar que los labios no coinciden con las palabras. En Europa ya están acostumbrados y el doblaje se hace con una habilidad superior”.
La situación de dominancia del cine de Hollywood y por lo tanto de la Motion Picture Association of America (MPAA) les da un poder casi ilimitado para negociar con la mayoría de estados y abrir a chorro gordo la exhibición de sus películas en nuestras salas, y si hace falta saltarse las normas. Para que veáis la desigualdad en números, una película como Los juegos del hambre 2 se estrenó con 725 copias en España mientras que las tres películas españolas del mismo fin de semana se estrenaron con 18 copias. Es vox populi que de manera ilegal se venden las películas por paquetes para copar todas las multisalas: “Exhibidorcillo de mi amor, si quieres poner El Señor de los Spidermans 5 y Los Transformers del Hambre 7 tienes que llenar tu multisalas de Algo como tú que no soy yo o Nunca me han tocado”. De ahí que los circuitos de distribución y exhibición en versión original, que se corresponden prácticamente con las películas del resto del mundo y el circuito de películas españolas, tienen que utilizar los espacios donde no mira el ojo de Sauron. Digo prácticamente porque en Barcelona las salas en V.O. también programan películas mainstream norteamericanas debido a una cierta nueva demanda y así mantenerse a flote.
Es la economía, estúpido
Según FACUA, el precio medio de una entrada de cine en Barcelona en un día laborable es la más cara de España, 8,60 euros. El fin de semana también estamos a la cabeza con 9,11 euros del ala. Es importante recordar una particularidad del negocio del cine. Aunque una película haya costado 200 millones de dólares, la entrada a la sala te cuesta lo mismo que una producción nacional rodada con cuatro chavos.
El precio de una entrada se reparte así: un 21% es el famoso IVA cultural que subió Montoro estrangulando el sector, un 3% o 4% es para los derechos de autor y el restante 75% se reparte entre el distribuidor y el exhibidor. Las más importantes distribuidoras que funcionan en España son las de las majors americanas: Fox, Warner, Universal, Sony, Paramount y Walt Disney. Las grandes exhibidoras son Cinesa y Yelmo que se reparten casi el 50% de las salas. Las distribuidoras americanas cortan el bacalao e imponen sus condiciones de ese 75%. España es el país que más porcentaje da a las majors. En Francia la media es del 40% y en Alemania está prohibido superar el 45%. Aquí en España por los grandes blockbusters se llega al 60% de la entrada del cine.
Una película pasa por tres grandes fases hasta que llega a ti. La producción, la distribución y la exhibición. Simplificando mucho, la productora es la encargada de fabricar la película, desde la primera letra del guión hasta que se termina la copia máster. Las distribuidoras compran los derechos de comercialización de la película a las productoras para luego negociar con los exhibidores, son la correa de transmisión. Los exhibidores son las salas de cine.
De las relaciones de poder e interdependencia que se establecen entre distribuidoras y exhibidores cristaliza el número de salas en las que puedes ver una película en Barcelona. A veces trascienden las injerencias de unos y otros. Cinesa (el gigante de la exhibición) se negó a exhibir la última película de David Trueba, Vivir es fácil con los ojos cerrados, al negarse la distribuidora Universal a darle más tajada en el reparto del dinero a la cadena de cines. Una pugna que se mantuvo hasta el punto de que Cinesa y Kinepolis se negaron a exhibir El lobo de Wall Street, un claro caballo ganador.
La película es el anuncio
Escuchemos de nuevo a Valenti: “Vendiendo películas americanas no sólo hacemos negocio, sino que colocamos en el mercado todos nuestros productos, desde Coca-Colas a hamburguesas. El cine es la mejor publicidad de nuestra forma de vida”.
La relación del cine, a priori ideal, por la que una película era pagada por sus espectadores, si eso pasó alguna vez, se ha roto. Aún el cine europeo, subvencionado y protegido, puede permitirse el lujo de no vender otra cosa que la propia película. La reinvención del cine está pasando por que una película sea cada vez más el anuncio de otra cosa. Seguramente a más de un purista del arte cinematográfico le escueza, pero para cambiar el modelo actual, el único modo es cambiar el sistema. Mientras tanto, esto es lo que realmente compras:
>> Palomitas: es la versión más directa del negocio. La cosa funciona como cuando tus padres le compraban la enciclopedia al comercial que timbraba a tu casa para labrarte un futuro, en realidad lo que te vendía era la minicadena y la enciclopedia era el regalo. Algunos exhibidores, sobre todo los multisalas de los centros comerciales, afirman que viven de las palomitas siendo las películas un gran anuncio de venta de palomitas.
>> Publicidad en forma de tráiler: tu tiempo está en venta. Esos 5 minutos de anuncios que te enchufan antes de la película son ingresos fresquitos para los exhibidores. Lo que antiguamente eran anuncios de establecimientos cercanos se han convertido en sofisticados e informatizados slots que se disputan las grandes marcas. La marca elige qué película y en qué sesiones quiere el anuncio y paga según las entradas que se venden.
>> Franquicia: las películas generan iconos que luego pueden vender como muñecos, tazas y todo lo que se les ocurra. El ejemplo de Disney y Star Wars es muy evidente. Hoy en día las sinergias con videojuegos, comics y bestsellers sirven para exprimir aún más esa gallina.
>> Product placement: las marcas pagan por salir dentro de tu película. Recordad aquella parodia en The Truman Show y cómo la mujer le vendía el Mococoa al pobre Truman. El caso más jubiloso es el de James Bond, que se paga con las marcas que colocan ahí sus coches, relojes y gadgets, asociándolas al lujo y el glamour.
>> Ideología: inversión a largo plazo. Te venden una forma de vida, una manera de ver el mundo que luego cristalizará en sus empresas. El cine está cargado de ideología, no hay películas inocentes. En el lado más claro tendríamos la maquinaria electoral probelicista de Hollywood cuando se requiere, pero en el sentido más fino están también las películas inocentemente románticas.
La crisis actual y el modelo Barcelona
A la situación de crisis de salas en España es fácil ponerle cifras: en 10 años se han pasado de vender 150 millones de entradas a 100 millones. De todos modos, si ampliamos el horizonte veremos que las salas de cine llevan 50 años en crisis. A cada paso que ha dado la sociedad de espaldas al cine, este se ha reinventado para sobrevivir. A la popularización de la televisión en los sesenta se le interpusieron los nuevos formatos de pantallas panorámicas (Cinerama, CinemaScope, Panavision). Las multisalas surgieron para combatir un nuevo tipo de ocio que necesitaba de más oferta y se habituaba a los videoclubs. En la actualidad, Internet y la expansión de los home-cinemas son el desafío al que se enfrentan las salas. Quizás el 3D haya sido el enésimo intento de utilizar la vanguardia de la tecnología como reclamo para devolver a la gente a las salas, aunque tiene bisos de fallido.
Barcelona no ha sido ajena al contexto que hizo desaparecer en los 70 y 80 multitud de cines en el centro de la ciudad, arrasando Ciutat Vella, Gòtic y Paral·lel. Emparedada entre el mar y la montaña y a los flancos por Hospitalet y Badalona, Barcelona no se vio afectada por las consecuencias de la liberalización de suelo del gobierno de Aznar en los 90 y el consecuente boom inmobiliario. Un pelotazo que trajo centros de ocio con multisalas que coronaban las urbanizaciones, asociados a capitales riesgo que ahora están en la ruina. Como dato apuntar que en Francia la apertura de cines está regulada por el gobierno, como aquí las farmacias y estancos. Por otro lado, el año pasado llegaron a nuestra ciudad 7,5 millones de turistas y ya podemos afirmar que nuestros guiris no vienen a ver películas y sí a comprar ropa. Las grandes multinacionales del textil necesitan una ingente cantidad de metros cuadrados para emplazar sus poderosas flagship stores que sirven para vender, pero también de reclamo y exhibición de poder. La presión arrendataria asociada al vaciamiento del centro de Barcelona de “gent de barri” ha borrado en un par de décadas un buen tajo de salas del centro.
La exhibición doblada en Barcelona: negocio de dos
En Barcelona dos grandes exhibidoras se llevan la mayor tajada: Cinesa y Balañá. Cinesa (que ya se tragó a Warner Lusomundo y AMC) cuenta con 514 salas en España, de las cuales 65 están en Barcelona ciudad. Fundada por la Paramount y Universal, pertenece hoy al emporio inglés de capital riesgo Terra Firma Capital, dueña de cines en toda Europa. La cadena de cines Balañá pertenece a la familia del mismo nombre, que merecerían un artículo aparte. Una familia ligada históricamente al toreo y propietaria de la Monumental, que se especula será comprada por el Emir de Qatar por 2.200 millones para ponernos la tercera mezquita más grande del mundo. Son dueños de 63 salas en Barcelona. Mientras Cinesa se ha quedado con los centros comerciales de la periferia, Balañá se ha hecho fuerte en las multisalas del centro de Barcelona.
Otros dos empresarios catalanes con posibles en Barcelona son Antoni Llorens y Julio Fernández. Comenzando su periplo como distribuidores, fueron diversificando hacia la producción y exhibición. Llorens, dueño de Lauren, está en franco declive y sólo conserva en Barcelona los Lauren Universitat (cerrados Lauren Gracia, Girona, Horta y Sant Andreu). Julio Fernández, accionista mayoritario de Filmax, ha sido menos expeditivo en materia de exhibición, es dueño de 15 salas en el Centro Comercial Gran Vía pero su negocio está centrado en distribución y producción.
Para terminar, y como elemento ya exótico (he visto a más de una pareja de rusos fotografiarse en la puerta) aún resisten las 5 salas del Comedia, situado en Passeig de Gràcia con Gran Via, la arteria de shopping por excelencia (quitando la Rue Amancio Ortega – Portal del Àngel).
La V.O.S en Barcelona:
la genuina resistencia
Hemos dividido las salas de V.O.S. en cuatro grupos de características comunes:
>> Los factótums en apuros: Verdi y Renoir
Las dos multisalas han sido durante los últimos quince años la referencia del cine en V.O. y salvaguarda del cine europeo. Los Verdi, en el cogollito de Gràcia, antaño referentes de la vanguardia y paradigma de Barcelona, han cedido en los últimos años al empuje de las grandes producciones norteamericanas. Hoy en día sólo exhiben cine europeo de autores consagrados o alguna perla puntual de los festivales de Cannes, Venecia o Berlín. Y ojo, no hay desde aquí ningún ánimo en culpabilizar al exhibidor, que ningún poder tiene para maniobrar. Aún americanizando su oferta, el pasado mes el dueño del Verdi ha informado de que está en problemas para pagar el alquiler por la reducción de afluencia de público a las salas. Con Mercadona merodeando el local no pintan muy bien las cosas. Los Renoir siempre tuvieron una vocación más comercial. Su propietaria, Alta Films, cerró el año pasado su rama de distribución (la más importante de España) llevándose también el Renoir Les Corts por delante. Sobreviven los Renoir Floridablanca que parecen tener aún buena salud y que congregan a toda la modernidad del Raval, Sant Antoni, Paral·lel y Poble Sec.
>> La resistencia: Maldà, Méliès, Girona, Boliche
Los cuatro perros flacos del Apocalipsis. Con una programación netamente independiente de las majors siempre están sorteando su desaparición. El Boliche estuvo unos años cerrado y lo reabrieron en 2013 con subtitulado en catalán. Los Girona han sido manoseados hasta por cuatro dueños en los últimos años (Lauren Girona, Scope, Casablanca-Gràcia, Cinemas Girona) y no terminan de asentarse. Los Méliès, propiedad del cineasta Carles Balagué que combinan cine europeo con clásicos (los únicos junto con la Filmoteca) se incendiaron en 2011 aunque afortunadamente reabrieron. Por último los Maldà, último cine del Gótico, lanzaron hace un par de meses un manifiesto para salvarlo.
>> Las propuestas mainstream: Yelmo Icária y Balmes Multicines
Estos dos cines tienen el mismo modelo de negocio que las salas dobladas, cine mayoritariamente americano y buenos cubos de palomitas, pero en V.O.S. El Yelmo lleva años abierto en la Villa Olímpica y la familia Balañá acaba de abrir los Balmes Multicines en la zona alta de la ciudad, apostando por la versión original entre las familias pudientes.
>> La emergencia: Zumzeig, Texas, Phenomena
En estos dos últimos años se han incorporado nuevas propuestas, fruto de modelos genuinos de negocio, que el tiempo nos dirá si pueden hacerse un hueco:
• Cinemas Texas, abiertos hace unos meses con los ahorros del director catalán Ventura Pons. Su propuesta es cine de reestreno a 3 euros y subtitulado en catalán. No es un formato novedoso, el circuito de reestreno era habitual durante décadas, pero sí es un formato muy interesante dada la rápida rotación de películas que existe actualmente.
• El Zumzeig Cine-Bistrot, en el barrio de Sants, tiene la programación más radical y vanguardista de Barcelona. Programan cine independiente, documentales e incluso se atreven con obras de artistas visuales. Además incorpora un bistró donde poder tomarse algo y picar antes o después de la película. Nos cuenta Esteban Bernatas, su propietario: “el Zumzeig amplia el abanico en la oferta cinematográfica en la ciudad de Barcelona. Es como ir a una librería y poder comprar un bestseller norteamericano pero también un libro de una joven autora de una editorial de reciente creación. El problema es que el mercado no quiere dejar sitio a lo artesanal, esto pasa en todos los ámbitos”.
• El último en llegar ha sido el Phenomena. Cuatro años de exitosas dobles sesiones puntuales en los Cines Urgell han servido para que se decidieran a reabrir el antiguo Cine Nàpols con tecnología puntera. Cine noventero de género, reestrenos, programaciones dobles, maratones, ciclos de directores. Nacho Cerdá, su ideólogo, dice que quiere volver a convertir el cine en una experiencia compartida.
Sociedad pop-up, ¿te lo vas a perder?
El placer por la novedad nos gobierna. Las salas de cine convencionales han dejado de ser una experiencia para ser identificados como algo que pertenece a la rutina. El tiempo libre que nos deja nuestro trabajo se ha convertido en una búsqueda de experiencias puntuales y efímeras. Los mercadillos de dos días, los eventos de Facebook, los festivales de música o las pop-up store tienen lugar privilegiado en nuestras agendas y no queremos que nos lo cuenten, pero sí que todo el mundo se entere con nuestros selfies en las redes de que allí estuvimos. A fin de cuentas, una sala de cine es ese lugar tan aburrido y oscuro para hacer fotos, en el que ponen todos los días la misma película, si no voy hoy, puedo ir pasado mañana. A rebufo de esta hipermodernidad del evento diversas fórmulas triunfan en Barcelona. Diferentes festivales de cine pueblan el calendario barcelonés y casi todos con un éxito considerable: InEdit, D’A, L’Alternativa, Americana, Docs… Otra experiencia en auge son las proyecciones al aire libre del veranito: los Gandules del CCCB, las proyecciones con concierto en el Castillo de Montjuïc o el Cinema Lliure en la misma Barceloneta se abarrotan. La última propuesta viene a nivel estatal y es ese evento de cine a 2,90 pavos durante tres días que llamaron “La Fiesta del Cine”. Los resultados de taquilla fueron espectaculares y muchos se apresuraron a culpabilizar a bulto a las diferentes partes del sector por hundir el cine con sus precios. Lo que sospecho es que su rotundo éxito también tiene que ver en parte con su corta duración.
¿Futurología es la cultura del cine del siglo pasado?
En las tertulias verduleras apocalípticas están finiquitando las salas con una facilidad pasmosa y tendrían que andar con mucho ojito con el acervo y tradición de las salas y su capacidad de adaptación. Lo que parece que está ocurriendo en Europa es la hibridación de las salas con otros espectáculos de entretenimiento. Ya hemos visto en Barcelona cómo los Balañá proyectan óperas del Bolshoi, la Ópera House o el Nacional de París. Hay experiencias de competiciones individuales de videojuegos o retransmisiones de eventos deportivos que ya se están probando. Además, que la afluencia a las salas en Europa se esté reduciendo no significa que seamos espejo o síntoma del resto del mundo: Brasil, México, Corea del Sur, Rusia, China o India no paran de aumentar en número de salas y espectadores. ¿Qué ocurre? Es la lógica del capital, la industria de Hollywood ha puesto su mira donde hay potencial mercado en crecimiento y Europa es hoy tierra quemada.
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Entrevista con Martín Lamberti. A Contracorriente Films
Hemos hablado con Martín Lamberti, un vivaraz argentino que trabaja en el equipo de marketing de A Contracorriente Films, una de las más importantes distribuidoras independientes de nuestro país, para que nos explique un poco mejor cómo funciona el tinglado:
>> Explícanos a qué se dedica A Contracorriente. Nos dedicamos al cine europeo comercial, europeo de autor y al cine americano independiente. Nosotros tenemos una relación muy buena con Francia y hemos traído grandes películas como Intocable o Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? Traemos casi todo el cine francés actual comercial.
>> ¿Cómo funciona A Contracorriente? Una distribuidora como la nuestra maneja 15 o 20 títulos al año, perdemos con algunas y ganamos con otras. En cine jugamos a no perder y nuestro negocio está a posteriori en la venta a la televisión.
Necesitamos que la película se pueda vender a la televisión. Si la película tiene mucho sexo o es muy oscura te la juegas. Hay respuestas de las televisiones realmente increíbles. No te la compro porque hay una escena lésbica o porque se han dado un beso. Nos pasó con El pastel de boda, que salían dos tías bailando juntas. Por esa escena no querían comprar la película.
Tenemos mucha relación con Telecinco y La Sexta. Hace poco hemos pillado un paquete de películas de terror y monstruitos raros directamente para televisión, véase Castores Zombis o Abejas asesinas. Vemos que a la gente le hace gracia.
>> ¿Quién busca y compra las películas de vuestro catálogo? Las distribuidoras tienen un responsable de compras que hace un scouting del producto. Alemania, Italia, Francia e Inglaterra son territorios de comparación. La información del éxito o fracaso en esos países es clave. Cuando vemos una película hablamos del target; esta película a las señoras del Gran Sarriá les va a gustar o, para los gafapastas del Verdi, esta cuadra. Nosotros tenemos excelente relación con Gaumont que ya saben qué tipo de producto ofrecernos. En las empresas pequeñas o medianas el presidente de la empresa da la última palabra asesorado por el equipo.
>> ¿Cómo se reparten el dinero el distribuidor y el exhibidor? En principio, el 75% se divide a partes iguales entre distribuidor y exhibidor. ¿Qué sucede aquí? Si tienes 50 Sombras de Grey las distribuidoras pueden exigir hasta el 60% porque saben que los cines la necesitan. En nuestro caso el porcentaje es casi siempre 50 a 50. Los estudios americanos, sea Fox, Warner, Paramount… aplican un porcentaje más alto porque tienen el producto más potente. Cada gran estudio tiene anualmente unos 10 títulos clave a los que les aplica un porcentaje muy fuerte. Los cines necesitan sí o sí esas películas, el cine se tiene que bajar de patas. El termómetro lo marcan los grandes estudios.
>> ¿Son las distribuidoras americanas las que mandan? Las majors tienen la famosa integración vertical, que significa que producen, distribuyen y exhiben. Su home office está en EEUU y su segunda casa es Inglaterra pero todas tienen su distribuidora en los territorios que consideran clave, como España.
Es una cuestión de espacio. En Barcelona, por ejemplo el grupo Balañá tiene una relación con las majors muy sólida durante todo el año, pero también manejan un cine para un público como el de A Contracorriente. Obviamente no pueden cabrear a las distribuidoras americanas. Si tienen 50 Sombras de Grey ocupando 5 pantallas del Balmes o 3 de los Bosque, cada pantalla que usan se la arrebatan al distribuidor pequeño. Ellos necesitan de las grandes para vivir, se produce una especie de equilibro.
>> ¿Quién mide la duración de una película en cartelera? Una película está marcada por el primer fin de semana, es el nacimiento de tu niño. Hay un tema fundamental que es el dating, la fecha que has elegido para traer a tu niño. Los grandes estudios posicionan sus películas. El 13 de febrero 50 Sombras de Grey era un parto natural, ya sabían que su niño nacía y nadie se podía acercar porque ellos estrenaban en 950 pantallas en España, era acojonante, todo alineado con San Valentín. 50 Sombras de Grey es un “hit and run”, toda la recaudación se carga en el primer fin de semana, política habitual de los estudios.
Nosotros trabajamos más con “sleepers”, con un tiempo más prolongado en salas, no nos desesperamos porque confiamos en el boca a boca. Nosotros vemos el número de espectadores minuto a minuto. El viernes a la madrugada cuando termina la jornada de estreno ya podemos prever el recorrido total de tu película. En 6 horas puede estar sentenciada a morir o a vivir. Cuando llegamos el lunes por la mañana y vemos la media por copia, si es buena el distribuidor llama al exhibidor y le dice: “Oye tú, Verdi, Floridablanca, estoy en el número 1 de tu cine, ni se te ocurra cancelarme una sesión”, se trata de ese juego.