Llámale modernez o falta de presupuesto, pero la oficina de BCN Més da a la calle. Tiene un escaparate y estamos expuestos a la mirada de los transeúntes como si estuviésemos en uno de esos programas mañaneros de Estados Unidos. Bueno, a decir verdad y tirando de referentes cercanos, es más como si fuésemos el mismísimo Copito de Nieve aunque nosotros -de momento- no tiramos nuestra propia mierda contra el cristal, pero todo se andará.
La ñufla nos ve. Nos observa. Pegan su morro contra el cristal y a veces nos escupen. No pasa nada, somos en realidad gente humilde y nos quejamos poco. Pero a veces pasan cosas raras y necesitamos contarlo. Sin ir más lejos, el martes entró en la oficina una señora que hablaba un catalán muy gangoso y se dirigió hacia uno de los miembros del Equipo B. Se tomó la licencia de acercarse mucho a la cara de nuestra compañera mientras le contaba que los niños con esclerosis múltiple necesitaban su ayuda (solo la suya, el resto del equipo, atónito, permanecía en silencio observando) y que no le vendía un calendario porque ya no tenía. Solo le quedaban ambientadores de coche solidarios. Esa emboscada nos costó seis euros y ahora nuestro espacio de trabajo huele a mierda.
Pero a veces pasan cosas bonitas, joder. Algunas mañanas entra Arturo. Arturo es un cartero cincuentón. Hasta hace poco siempre llevaba el casco de la moto puesto hasta que oficialmente se enamoró de una de nuestras compañeras, entonces nos dimos cuenta que tenía pelasso. A medida que han ido pasando los meses y su amor por ella se ha hecho más evidente ha ido rejuveneciendo hasta el punto de llevar un colgante en forma de cuerno como si fuese Dawson y esto fuesen los noventa. A veces para la moto en la calle y entra a la oficina a saludarla. Y ella le pone ojitos porque es un poco egocéntrica y le va la marcha.
Me estoy yendo por las ramas con las anécdotas. No quería yo decirlo abiertamente pero, qué coño, esto es una invitación abierta a que paséis por França Xica 7 y nos miréis desde el cristal. Y nos tiréis comida.
