Los bancos son honestos. Ni engañan ni lo pretenden. Diría, incluso, que es complicado que sean pretenciosos. Y pocas veces defraudan. Por banco entendemos la estructura física que provee de asiento a los transeúntes, y no cualquier otra acepción de la palabra.

Con el tiempo se ha convertido en un ejemplo paradigmático de término polisémico, que sirve para designar tanto instituciones financieras como conjuntos de peces, de aves o de granos de arena. Sus características básicas de simpleza y homogeneidad le convierten sin quererlo en uno de los elementos urbanísticos más democráticos existentes. De Sant Martí hasta Pedralbes, un banco es un banco, tanto más que un plato es un plato o que un vaso es un vaso. No hay barba hípster ni zapato de plataforma que altere su esencia, lo cual no significa que no se moldeen con el paso del tiempo. Hace pocos años, en Barcelona, era frecuente que fueran más generosos, alargados, invitando a compartir su espacio. Paulatinamente se han ido sustituyendo por sillas aisladas, sutilmente orientadas para dificultar una posible conversación con quien quiera que comparta bancada. Pero las malas lenguas dicen que había un argumento escondido: dificultar a los sin techo que los utilizaran a modo de lecho. Todo el mundo sabe que si no dejas dormir a los sin techo al poco tiempo se convierten en el próximo Amancio Ortega, por lo que tiene su lógica. Nuevos bancos para nuevos tiempos, pero el mismo banco para todos. Lo único que cambia es lo que lo rodea. Y cuando uno se sienta en cualquier banco del Upper Diagonal, ya sea en la plaza Artós o a lo largo de la Via Augusta, deberíamos matizar el vocablo. Hablamos, en este caso, de bancos azules (El banco azul es conocido por el conjunto de escaños ocupados por los diputados que forman el Gobierno en las Cortes Generales, ubicados históricamente en la primera fila del hemiciclo).

Desde allí, sentado en cualquiera de ellos, ves pasar manadas de niños y niñas con sus respectivos uniformes escolares. Jesús y María, Escola Aula, Escolapis de Sarrià…, todos con su emblema. Algo parecido a Hogwarts pero sin escobas. También tendrán superpoderes en un futuro. Imponentes, dos SUV de alta gama se paran en un semáforo. Ambas mujeres, ambas con el pelo rubio teñido, ambas con Rayban aviador al frente. Justo a su lado un chico joven aparca la moto. Lleva un casco Arai que bien puede costar una renta básica. Se lo cuelga del brazo a modo de cesta. Se enciende un cigarro y vuelve a reposar en su moto, esta vez con el motor apagado. Le observo desde mi banco. Tres chicas, jóvenes también, pasan por su lado. Él las miras a ellas. Pero al notar que hacen caso omiso de su mirada se sumerge rápidamente en su móvil. Con paso tardo, hace ya un buen rato que dos señores, cogidos del brazo, avanzan calle abajo. Cuando alcanzan el paso de cebra se distinguen sus figuras. Uno es tan viejo que podría haber luchado en la Guerra Civil. El otro, de unos cincuenta años, destaca por sus rasgos latinos. Las duplas formadas por centenarios del barri con adultos migrados se alternan con adolescentes Tomihilfiger, conformando la fotografía estática del Upper Diagonal. Pero estoy algo inquieto con todo lo que veo. Y no es por lass características propias del barrio —de clase—, que podríamos llamar. No, no por eso. ¿Donde están los padres y las madres de ese chico de la moto? ¿Y aún más, donde están los treintañeros y treintañeras?

Sin moverme de mi banco, indago en las entrañas del señor Google en busca de una respuesta. Resulta que Sarrià-Sant Gervasi —territorio upperdiagonaler— es el distrito de la ciudad con el mayor porcentaje de personas entre 0 y 24 años y el menor entre personas de entre 25-64. Curioso dato. Si tienes suerte, puedes nacer aquí y pasearte durante unos años con tu emblema bordado en el pecho. Pero luego te vas. Cuando vuelves lo haces acompañado, pero no por tu compañero o compañera vital. Qué cosas tiene el Upper Diagonal. Con un gesto de auto indulgencia me congratulo por haber anticipado de un vistazo tal realidad demográfica. No… no es eso. Es cosa de los bancos, que no mienten.