La vuelta al cole puede que no te fascine si eres un adolescente en la edad del pavo. Pero si eres padre o madre de una criatura, bien seguro que respirarás aliviada. Aún más, si al acabar la infernal jornada escolar, la escuela ofrece una sala de estudio donde poder incubar a los vástagos un ratito más.

Hay dos grandes verdades sobre las actividades extraescolares. La primera es una verdad universal y homogénea en términos de clase: la principal razón de su existencia es la de mantener a los hijos ocupados evitando así que sustraigan más tiempo y energía vital a sus procreadores. En este sentido, las actividades extraescolares implican una liberación de tiempo. Pero es la segunda la que nos interesa, dada su exclusividad Upper Diagonaler: dichas actividades pueden ser mucho más que matar el tiempo. Las extraescolares son el primer submundo de lo que configurará lo que los expertos llaman la “excelencia de mercado”. Esto es, una primera división de aptitudes que en un futuro separarán al trabajador del empresario, al arrendador del arrendatario, al “garrulo” del “pijo”. Si bien lo bueno no siempre sale caro, lo Upper Diagonaler, sí. Clases de inglés-francés-cantonés, de violín, teatro, pádel, golf, manualidades, clases de oratoria…, cada una de estas actividades extras ayudarán a tejer una red de futuros contactos generando un grupo cerrado de élite al tiempo que dejando fuera de sus límites a lo “otro”. Las actividades extraescolares también dotarán de advanced skills a los herederos de la tierra (en el sentido literal del término). Ya que para ser un buen entrepreneur, es más importante saber idiomas que darle a la pelotita contra pared hasta que la vecina te denuncie.

Sobra decir que, excluyendo el caso de que provengas de una dinastía hippie de flautistas, el extraescolar común no disfruta de ninguna de estas actividades. Este responde únicamente a la primera gran verdad, a la necesidad de los padres de mantener “el futuro” ocioso para que estos puedan seguir luchando por una pensión que probablemente no tendrán. Es su culpa por no haber nacido por encima de la Diagonal. ¿Pero entonces, quién o qué se ocupa de ellos? Pues los Primeros Nacidos, los abuelos y abuelas. Después de la Guerra, la Posguerra, y la Dictadura, Belcebú les tenía planeado una última y macabra prueba:

“Agotaréis vuestras exiguas y languidecientes fuerzas custodiando los errores cometidos por vuestros prójimos. Hasta el Día del Juicio Final veréis cómo mis discípulos Bob Esponja y Peppa Pig se apoderarán de lo poco que os quedaba, y cada noche os iréis a dormir con el horror de musiquita en la cabeza”.

Cuando hay elecciones, algún padre iluso escucha que se implementarán medidas que ayudarán a la “conciliación laboral”, y confía en que así será. Aunque el término solo genere dudas, se le añaden reportajes de tierras lejanas donde el frío tempera las mentes y cuadran las cuentas. Allí las jornadas laborales van acorde a los horarios escolares, y si tu hija se pone enferma, no tienes que contratar a McGiver para escaparte del trabajo. Basta con una simple llamada. Al fin y al cabo, se supone que todo el mundo quiere lo mejor para sus hijos, aunque aquí en Spain, como en muchas otras cosas, is different…

Si estáis de acuerdo en la última afirmación es que todo está perdido. Y desde arriba, desde el Upper Diagonal, con una risa funesta alguien os avisa: “Mira que seréis ilusos, Belcebú no existe. Id creyendo que lo que no existe es la conciliación laboral, que de bien seguro nosotros la tendremos”.