–¡Papá, papá! Hoy en la escuela me han contado un chiste.
–Ah, ¿sí?
–¡Sí! Esto son dos Kellys que al salir del trabajo se encuentran y…
–Ay, hijo mío. Déjalo. Reírse de la gente no es de buen gusto, además, suficiente tienen con ser Kellys…

El hijo verde de la sociología urbana, aquella que busca los comportamientos y patrones establecidos en los límites físicos y abstractos de la zona alta de Barcelona nos llevan hoy a analizar una de las pocas consideraciones específicas del orden de ser humano: el humor. Vamos a dejar a Bertín de lado para no caer en el tópico. Aunque Bertín es un campeón. Pero no, no. Las preguntas que nos formulamos son las siguientes:

a. ¿Es el humor una herramienta subversiva?
b. ¿Se distingue en algo el humor Upper?

En relación a la primera: el humor no tiene por qué llevar implícita una crítica a un orden establecido. No es necesariamente subversivo. Ver a un niño pequeño darse de narices contra una pared puede resultar muy gracioso, pero a no ser que el chaval en cuestión sea la reencarnación de Carrero Blanco la acción concreta no trasciende del acto. Este es el humor cuyo término en inglés define como slapstick, quizá el más transversal de los humores y de los pocos que puede considerarse como apolítico.

Hay otro tipo de humor, el que genera tópicos. Esta categoría ha sido históricamente una herramienta de hegemonía. El catalán tacaño, el gallego dubitativo o el murciano cateto son ejemplos paradigmáticos. Humor que sedimenta, genera patrones y prejuicios (¡y que muchas veces acierta!). Aquí las cargas políticas pesan como cien cruces del Valle de los Caídos, pero esta categoría tampoco puede afirmarse que lleve necesariamente el sello Upper.

Luego tenemos el humor rancio. Es el humor que le gusta a Torrente (y no necesariamente a quienes ven las pelis). Que si mi mujer no me deja ver el futbol tranquilo, que si soy más heterosexual que Julio Iglesias… No nos llamemos a engaño. Juntamente con slapstick, esta es una categoría transversal. Upper y Lower Diagonal sobrevuelan la ciudad condal como las palomas que la habitan.

Se podría seguir con la tipología (humor inteligente, humor social…) y seguiríamos sin hallar nuestra risa dorada. Porque el humor Upper no se caracteriza por su forma, sino por su censura. Porque cuando papá, en un ejercicio místico de cinismo, le niega el chiste a su hijo, lo que hace es resaltar la distancia existente entre mundos. Porque negar la posibilidad de que se rían de ti es tan paternalista como hipócrita.

Por esta razón el humor Upper nunca frenaría un chiste sobre banqueros, bebidas ecológicas o Clubs de Campo. A modo ejecutivo y enlazando ambas cuestiones: el humor Upper es el juez que determina y clasifica los otros humores. Y cuando eso pasa, insistir en el humor se convierte en el más revolucionario de los gestos.