Advertencia: esta chispa es tremendamente hembrista. Tanto, que si eres un hombre hetero no vas a entender nada, si eres gay, estarás ultrafeliz de serlo y si eres mujer te va a dar asco. Pero es que este mes he ido al ginecólogo y, qué queréis que os diga, el solo hecho de estar en esa sala de espera del CAP de Manso, rodeada de menopáusicas y de preñadas, me provoca un anormal desarrollo de la empatía hacia mis congéneres. ¡Se me activa la glándula vestigial de la hembra tribal y me vuelvo loca por confraternizar! Cogería a mis compañeras de espera de las manos y las invitaría a danzar como orangutanes en celo y luego las untaría con aceites hasta que nos pusiéramos a aullar todas juntas a lo Yoko Ono, para terminar decapitando al pobre ginecólogo.

Sí, lo vivo mucho, pero con la misma facilidad lo desvivo en cuanto salgo de la consulta. Entonces, me sale un “see ya, bitches!” muy de de sitcom americana y me largo por patas. Soy un poco traidora, cosas que vas descubriendo con la edad.

Y es que la sororidad después de los treinta es bastante menos comprometida que la que experimentas a los veinte, a no ser que seas madre, lo cual te garantiza el acceso al club de las MAMÁS, que son como el club Bilderberg de las treintañeras. Las MAMÁS no se cortan nada en ignorarte cuando las conversaciones se centran en experiencias sobre partos y a la que te descuidas ya te han endosado los críos para que se los vigiles. Y siempre te sueltan un “uy, ahora que te ha cogido confianzas no te lo sacarás de encima”. No te jode, como si no fuera una táctica aplicada con premeditación y alevosía para sacárselos de encima y poder tomarse su vermut en la Barceloneta, dignas y majestuosas como sólo las madres saben serlo. Total, que las MAMÁS son las putas amas y se pueden permitir tratarnos a las demás con la condescendencia de quien está de vuelta de todo.

Como iba diciendo, la sororidad femenina después de los treinta es un farol que sólo se sostiene si todas tus amigas se hallan en el mismo estado civil que tú, cosa que no suele ocurrir. La segmentación que se produce a esta edad entre hembras es muy simple y queda la cosa dividida en dos grandes grupos: las que tienen pareja y las que no. Y si os pica os arrascáis así, con doble r y a lo bruto, que en vuestros fueros internos sabéis muy bien que es cierto.

A los veinte estamos más o menos todas solteritas la mayor parte del tiempo y las que tienen novios de largo recorrido son unas outsiders y unas aburridas de las que nos compadecemos tremendamente. El ritual de quedar para maquillarnos y disfrazarnos de putas antes de salir un sábado por la noche es la cumbre de la sororidad, así como lo de quedar al día siguiente para rememorar las mejores jugadas y explicar con todo lujo de detalles lo gorda que la tenía el bimbo de turno o lo mal que le olían los pies.

Pero a partir de los treinta, ¡ay!, el ritual va quedando desterrado de la rutina semanal y el cerebro de la treintañera soltera se cortocircuita. “Mierda, estoy más sola que la una, ¡necesito un novio!” Pero, ¿a quién tiene a su alrededor para ayudarla a resolver un entuerto de tal magnitud? ¡A nadie! O, mejor dicho, mucho peor que no tener a nadie: sólo tiene amigas con novio, amigos gays y amigas que se han dado por vencidas, un subgrupo de las solteras muy raruno y que apesta a cinismo. Puede que tenga algunas amigas MAMÁS, pero con esas ya ni contamos que, como hemos dicho antes, son como Dios y están por encima del bien, del mal y de las memeces. Una nueva forma de jerarquía se establece entonces, y las amigas con novio pasan a ocupar un lugar diametralmente opuesto al que representaban durante los veinte: se convierten en las Sacerdotisas de la Verdad. Esto me lo reveló una soltera vencida, y creo que es una observación muy acertada…

… y sé que os morís por seguir conociendo más sobre este retrato antropológico tan bien documentado y tan necesario para la sociedad, pero ya no tengo más espacio, así que no os perdáis la edición de mayo de BCN Mes, donde encontraréis Úteros treintañeros, Segunda Parte y Desenlace, con más balas, más explosiones y más puñetazos al tuntún.