[gdl_icon type=»icon-lock» color=»#000″ size=»25px»] No hay nada más encomiable que el grito de los últimos resistentes de Cardona antes de que cayeran derrotados frente a las tropas borbónicas de Felipe V: “Viurem lliures o morirem”. Claro que sí. Lo que no está tan claro es a qué se refieren los organizadores del tricentenario del 11 de septiembre de 1714 cuando como lema de su campaña adoptan el “Viure lliure”. ¿Viure lliure? Cómo no. Pero, ¿de qué?, ¿para qué? De hecho, está tan poco claro que han emprendido una encuesta ciudadana para que les expliquen qué quiere decir exactamente esto de “Viure lliure”. [s2If !is_user_logged_in()] …
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Es el no va más de la publicidad: publicitemos, publicitemos y luego ya veremos el qué. Una campaña que han iniciado ellos mismos y que le cuesta dos millones y medio de euros al Ajuntament y otro más a la Generalitat. Suerte de la crisis, y gentileza del Departament de Cultura (perdón, de Propaganda) que ha escogido a dos humoristas, Toni Soler y Mikimoto, como comisarios. Ni rastro del chiste, ya lo avanzo. A pesar de esta aparente desorientación, en el acto inaugural dieron algunos apuntes sobre a qué libertad se refieren. No tienen en mente, como exige una de las pancartas que han colgado los vecinos frente al Mercat del Born, a “Viure lliures de la corrupció i els xoriços”. Ahora mismo hay cosas más importantes. Los organizadores se decantan por “progressar nacionalment”. No entraré a valorar qué es el progreso nacional ni cómo, celebrando una derrota de hace 299 años, se progresa nacionalmente. Ellos tampoco lo han hecho. Pero consideran que es un acto de “radicalidad democrática” (ojo) tan legítimo como la celebración de un “descubrimiento colonial” (zasca). ¿Es necesario compararse con los conquistadores coloniales? Y, ¿cómo casa esto con lo de vivir libres? Decir “Viure lliures”, una expresión-pantalla que deslumbra sin decir nada, es como darnos una bofetada y ponernos una flor en el culo. Un mensaje orwelliano cuando vas en bici o miras por la ventana del autobús cómo cierran otro hospital público y lees: “Millet sigue durmiendo en su casa gracias al 3%”. Este sí que “viu lliure”, igual que los responsables de tantas cajas y bancos arruinados. Todo el mundo quiere tener ilusión (lotería), emocionarse (coche) o actuar con “seny” (banco). El lenguaje publicitario explota este filón de la ambigüedad, la indefinición y la papanatería, y el lenguaje político lo imita servilmente para fingir que este puro viento idiota significa algo. ¿Quién puede oponerse al derecho a decidir? Pero, ¿decidir el qué? Por ejemplo, el derecho a decidir de qué queremos vivir libres y para qué. [/s2If]