Casarse. ¿La gente aún hace eso? Pues sí. Cuando tengáis la oportunidad de leer esto yo misma seré una señora casada. Y la pregunta que más me hicieron amigos y conocidos al comunicarles la noticia de mi próxima boda fue precisamente esta: “¿Te casas? ¿Aún se hace eso?”. Pues menudo jarro de agua fría. Yo imaginaba que se sacarían la Visa de la cartera y me la pasarían por el canalillo para celebrarlo, o que se rasgarían la camisa en plan gitano, o cosas así. Pero hay mucha cautela nowadays con eso de sacar la Visa de la cartera y con lo de destrozarse la ropa así porque sí. Ojalá me hubiera casado en el año 98. Aunque mejor no, que en esa época me gustaban los maduritos tipo Sean Connery y seguro que a día de hoy me vería empujando una silla de ruedas y cambiándole los pañales a mi supuesto marido viejales. Uf, ya tengo pensamientos de señora casada. Sillas de ruedas, pañales. Que algún dios me ampare.

Como decía, las reacciones recibidas ante mi bodorrio inminente fueros entre tibias y escépticas, exceptuando las algarabías y grititos histéricos de los románticos empedernidos, que es un tipo de gente muy agradecida para la convivencia y la supervivencia del género humano en general. Aunque hay que decir que, tanto para unos como para otros, el tema de la despedida de soltera es súperimportante, así tó junto y dicho como si te quedaras sin aliento en la última sílaba. Yo no quería ninguna despedida de soltera y, de hecho, me he salido con la mía elegantemente diciendo muchas veces que no, noooo, no quiero, no. Es que solo de pensar en sufrir la pesadilla de ser la “novia” en una despedida de soltera se me eriza el matojo púbico. Pasearme por las Ramblas con un velo y un pene de plástico en la cabeza rodeada de un enjambre de hembras en celo. Planazo, ejem, pero no, ¡gracias! Ya sé que esta imagen es muy cliché, y estoy segura que mis amigas se lo hubieran currado un poquito más, a lo mejor incluso habría caído una tarde de spa, quién sabe. Pero al fin y al cabo, una despedida de soltera no es una despedida de soltera si alguien no se pone un pene de plástico en la cabeza, y ese alguien suele ser la pringada de la novia, así que mejor no arriesgarse a ser la víctima de la creatividad (o de la falta de ella) de nadie.

Hace unos meses leí en algún periódico de esos de la prensa seria (que, por cierto, cada día está sacando artículos más chorra, o sea que tendré que esforzarme en subir mi nivel de petardeo o me van a terminar robando a todas mis queridas lectoras), pues como decía, hace unos meses leí que Barcelona se ha convertido en destino internacional de bodas y tal. Supongo que eso debe ser interesante para la economía de alguien, no sé. Seis meses después del fastuoso bodorrio de la sobrina del multimillonario indio Lakshmi Mittal, que se celebró en Barcelona por todo lo alto y para el cual llegaron a cerrar el MNAC un día entero para que los tortolitos se casaran a gusto entre pantocrátores i murales góticos, yo sigo sin notar que ese derroche bollywoodiano haya repercutido en la economía de los barceloneses taaan para bien como Xavier Trias se empeñó en afirmar. Que si los agasajábamos como corresponde, saldrían contentos e invertirían, vino a decir el alcalde, haciendo gala del Spanish style que tan bien reflejó Berlanga en Bienvenido, Mr. Marshall. Pues no sé, como digo, yo no he notado mejora relevante en… ¡Ay! ¡Perdón! Que a los del Hotel W y el Hotel Arts les iría de maravilla, ¡claro! Y a Sergi Arola, y al pastelero Escribà. Los barceloneses más necesitados, obvio. Estoy tan ofuscada con los preparativos de mi mierda de boda que no sé ni dónde tengo la cabeza. Perdona Trias, que tenies tota la raó, company! Com ho tens aquest dissabte per tancar una estoneta el MNAC i així em caso com Déu mana? Ei, tot sigui per una barcelonesa que inverteix diàriament en el comerç i la vida d’aquesta ciutat. Em confirmes per Whatsapp? ;-*