Ilustración de Ivan Cuadros

Ilustración de Ivan Cuadros

 

Después de observar el comportamiento de una secta de profecías apocalípticas que no se cumplían, el psicólogo Leon Festinger propuso el concepto de disonancia cognitiva. Es la tensión que aparece cuando los hechos no se corresponden con lo que uno cree. En tal caso, uno no admite el error. Al contrario. Está todavía más seguro de que tiene razón. Es un ejercicio de autoestima: preferimos negar los hechos a reconocer que somos idiotas.

Esto viene a cuento porque quería decir: olé la CUP. Por lo menos Mas no es president (dejemos a un lado el acuerdo y pasemos de puntillas sobre la probabilidad de 1,45% de que se llegara a un empate en la superasamblea —que, vaya, no sirvió de nada). Ha dado un “pas al costat” (en el resto de España les ha faltado tiempo para traducirlo como “un paso atrás”) y lo ha hecho con un discurso de despedida donde nos regala algunos ejemplos de manual de reducción de la disonancia. Que empiece la sesión (psiquiátrica):

Disonancia 1

“Podia haver pres la [decisió] contrària”. La perspectiva de unas elecciones en marzo era nefasta: el partido político antes llamado Convergència obtuvo el peor resultado de su historia en las elecciones generales y ERC rechazaba presentarse de nuevo en una lista unitaria. Además, se estaba desinflando el ímpetu del independentismo y hubo una pequeña revuelta en la cúpula de exConvergència por miedo a perder el poder que todavía tenían a mano. Con Mas o sin Mas. Como dijo Colau: “Tanto pedir las urnas, ahora Mas tiene pánico a unas nuevas elecciones”. Pero Mas, en su discurso, repitió: “Podia haver pres la [decisió] contrària”.

Disonancia 2

Alguien tiene que salvar el país. Para no llegar a unas nuevas elecciones que suponían el “caos”, se necesitaban tres cosas: asumir errores, un sacrificio y “visions de la jugada a llarg termini”. ¿Quién se sacrifica, quién es el mártir? Artur Mas. ¿Quién tiene una visión a largo plazo, quién es Moisés? Artur Mas. ¿Quién debe asumir errores, quién es Judas? La CUP, claro. La capacidad visionaria del expresident, sin embargo, no acaba aquí.

Disonancia 3

La solidez de exConvergència está debilitada. Mas no explica por qué (¿corrupción? ¿3%? ¿Pujol? ¿Política business friendly y recortes a mansalva?), ni asume responsabilidad alguna de que su partido esté cayendo en picado. ¿Por qué debería hacerlo? Corramos un tupido velo. Eso sí, el papel de Artur Mas a partir de ahora será el de regenerador —salvador— de exConvergència. Delirante.

En las palabras de Mas hay un principio y un miedo. El principio es: “Jo he intentat sempre que els fets i les paraules anessin el màxim d’acompanyades”. Y el miedo fundado es que no se comprendan bien sus decisiones (“decisions que potser no s’han entès del tot”). En realidad, es un reconocimiento de lo contrario: la gente no ha entendido las decisiones de Mas porque la distancia entre los hechos y las palabras es insalvable. El discurso de despedida fue un esfuerzo por contorsionar la realidad para que se adapte al único relato que puede aceptar: “Estic fent bé perquè estic fent el bé. I qui fa el bé, sempre fa bé”. No es la moraleja de un rebaño de ovejas, sino un intento desesperado de convencerse a sí mismo de que todo lo ha hecho bien y no tiene nada que reprocharse. Para la autoestima, bien. La pena es que se haya tenido que ir a vivir a Marte.