¿Qué puede hacer la ciudadanía para evitar la deforestación urbana?


Viven entre nosotros. Son unos seres verdes, generalmente altos. Están en este planeta para garantizar la supervivencia de la raza humana, pero estamos acabando con ellos poco a poco; invadimos su hábitat natural y los expulsamos de nuestras ciudades. Y es que los árboles no solo sirven para dar sombra y provocar alergias, sino que son el mejor antídoto contra la contaminación. Y en la ciudad europea con mayor densidad de vehículos, prescindir de ellos equivale a incrementar de manera indirecta e inconsciente el gasto sanitario. Normalmente sucede así: hay una calle llena de frondosos árboles centenarios; se reforma la calle; se cortan los árboles; se sustituyen por árboles jóvenes del grosor de una baguette o por jardineras móviles con plantas tristonas, o directamente no se sustituyen por nada.

Así quedó la plaça Comercial del Born tras la última reforma: una gran explanada gris en la que el único tronco destacable es el mástil que aguanta la gran senyera a la puerta del mercado, cuya capacidad de fotosíntesis está aún por probar (tengo pocas esperanzas). Pocos metros más allá, la parte del carrer Comerç que conecta la plaza con la Estació de França acaba de perder todos sus árboles con la reforma en curso. Los del otro tramo de la calle, aún en pie, ya han puesto sus barbas (o sus ramas) a remojar a la espera de la próxima reforma. Suerte de la Ciutadella, que ayuda a descongestionar algo el aire de la zona a salvo de posibles reformas urbanísticas a corto plazo (a menos que el Borbón aproveche el 155 y le dé por reconvertir el parque otra vez en fortaleza para tenernos a los sediciosos controlados).

Viendo el devenir de la ciudad, de sus plazas y sus avenidas, surge una pregunta obligada: ¿qué tienen los urbanistas en contra de los árboles? Quiero pensar que hay una razón práctica que se me escapa y que no estamos ante la conspiración de algún lobby farmacéutico para aumentar las enfermedades pulmonares a base de acabar con la vegetación. Pero ahora que tenemos un gobierno municipal aparentemente sensible con estos temas, cuesta entender que convivan campañas de huertos urbanos en los terrados con políticas de reducción del arbolado en las calles.

¿Qué puede hacer la ciudadanía para evitar la deforestación urbana? Aparte de sembrar nuestros balcones de crasas y geranios, que queda muy bonito, en el Ajuntament tenemos un buen catálogo de herramientas para dar nuestra opinión al respecto. Tenemos la Bústia Ciutadana en versión web y en versión app, el 010, las Oficines d’Atenció Ciudadana y el Telèfon del Civisme. Y el recientemente inaugurado portal online, Decidim Barcelona, que aspira a servir para algo más de lo que sirvió la consulta aquella de Hereu sobre la reforma de la Diagonal.

Y si no, siempre nos quedará la opción de enfadarnos en privado, trollear a Colau en las redes sociales —“Alcaldesa, posi els arbres!”, dicho con acento de Forcadell—, o manifestar nuestro descontento por la falta de vegetación plantando un pino a las puertas del Ajuntament.