De las alabadas manifestaciones parisinas…
En una ocasión discutía con una bella muchacha que estudió en el Liceo Francés. Ella defendía que los parisinos eran más revolucionarios que los barceloneses, y que en general los franceses eran más revolucionarios que los españoles. La prueba a la que se remitía era que «En Francia había más manifestaciones». A mí algo me olía mal de esa tesis. He rumiado durante años aquella conversación y creo que ya tengo una respuesta, que en su día habría reducido a aquella atractiva afrancesada. Ella alababa cualquier manifestación por la pura formalidad de salir a la calle, aunque un análisis pormenorizado nos indicara que muchas de ellas son manifestaciones de castas repugnantes que chantajean al gobierno en vistas a beneficios particulares gremiales. Además, criticaba la envidia, el resentimiento y la parálisis de barceloneses y españoles en general mientras los bancos iban apretando las tuercas, así como esa curiosa tradición española ‒todavía más acusada en los barceloneses‒, de criticar todo lo español en España, y todo lo barcelonés en Barcelona, pero una vez fuera, no permitir que un inglés critique a los españoles ni que un madrileño critique a los barceloneses.


… a la revolucionaria ingenuidad barcelonesa

Así pues, llegados a estas alturas, creo que todo es absolutamente al revés de lo que comentaba la bella muchacha. Es nuestra ingenuidad revolucionaria ‒unida a nuestro bendito desconocimiento de las truculencias del capitalismo‒ la que nos ha hecho comprar los pisos a créditos salvajes, sin especular en el mañana cuales banqueros de medio pelo. Para ella, lo revolucionario era lo que hacían los franceses, que todo el mundo pasara a pensar como un banquero, en sus reivindicaciones y en sus compras. Sin embargo, la grandeza de barceloneses , y españoles en general, es que lo aguantamos todo, en estado de latencia, hasta que algún día podamos decirle al banquero y a su ideología lo que vale un peine y lo que es la fraternidad bien entendida, universal y no de un gremio contra el resto de la sociedad. No hemos nacido para la liberté sino para un reino de fraternité.

De la apariencia de impotencia de la acampada en plaza Catalunya…
El movimiento Democracia Real Ya ha sido ridiculizado merecidamente por multitud de filósofos y columnistas, al tratarse de una reunión que poco a poco ha ido disolviendo unas reivindicaciones concretas iniciales (circunscripción única y nacionalización de la banca) en un montón de quejidos de menor peso. Sin embargo, aunque resulta fácil despachar el movimiento en un artículo teórico “serio”, tildándolo de extravagancia obscena, uno sospecha que quizás esconda una ironía subversiva. Sus lemas, en principio, no son revolucionarios. Asumen la ideología oficial, (una vez que el socialismo ha sido misteriosamente desterrado del horizonte histórico sin contemplaciones), de la libertad y la democracia. Pero, al pasarse de rosca, negando al cuento de la democracia su propio democratismo, dejan en fuera de juego a la democracia parlamentaria. Los chicos de PSC, PP o CIU hablan de democracia en la tele y en el parlamento, pero se nota, se siente, que son conscientes de pertenecer a una partidocracia y que defienden los intereses de su partido como caníbales. Así como cuando Chiquito de la Calzada decía “fistro”, casi todos reíamos, cuando un parlamentario dice democracia casi todos adoptamos una pose trágica. Sin embargo, los manifestantes van más allá. Nos recuerdan a los disidentes soviéticos que, para desafiar al régimen, seguían la ideología oficial pero llevada al extremo, momento en el cual los absurdos del régimen se veían en fosforito.

… al oculto fondo revolucionario del Movimiento Dry 15-M
De esta manera, el movimientro Democracia Real Ya encaja en la línea de los movimientos ultra-conformistas que socavan el edificio ideológico dominante mediante su identificación con él mismo. Al llevar los manifestantes al extremo los vacíos lemas oficiales de libertad y democracia, lemas que nos propagan sin cesar los representantes de la burguesía estadounidense ‒y sus intermediarios, los burgueses franceses y alemanes‒ en nuestro país estos quedan reducidos al absurdo. El sopor que producen las asambleas y sus discusiones interminables parecen una broma macabra, una especie de parodia y multiplicación de las discusiones interminables del sistema parlamentario. Hacen fantasear a los asistentes con un sistema de soviets y de partido único a la manera de la URSS.

Concluyendo, el DRY es exactamente lo opuesto, en su ingenuidad, al cinismo de la ideología oficial en la juventud de los 90: Kurt Cobain con su grunge, su suicidio y su repugnante manera de hacer negocio con las ideas más bellas y justas. En el DRY, con las ideas más vanas, se intenta hacer la revolución.  Así se empieza. Ya estamos olvidando el trauma de la caída del Muro de Berlín. Esto se anima.

Guardiola y el Islam, empieza la fiesta
Desde las gafas de esta humilde columna, y con permiso del negocio del turismo, que obliga a las gentes a perder el tiempo en gestos lacayunos ante el que lleva más dinero en la cartera, estos dos son los enemigos de nuestra ciudad, Guardiola y el Islam. Coincide además que eran los únicos dos temas ante los cuales no podíamos ejercer la crítica en nuestra anterior columna en el BcnWeek, antes de la remodelación de la cúpula directiva. Puede parecer inofensivo tener estos temas como sagrados e intocables, pero se hace especialmente sangrante si tenemos en cuenta que teníamos manga ancha para triturar cuentos chinos en otros campos que nos parecían mucho menos peligrosos que estos dos iconos de la Barcelona actual. Así pues, vamos a empezar a desmenuzar, en próximos BcnMeses el peligroso fanatismo que desprenden ambos símbolos que además, últimamente, hacen buenas migas en Qatar. Hasta entonces, se admiten conjeturas íntimas de por donde irán los tiros.