Después de las críticas a lo sesgado del grupo que debatía el futuro del zoo de Barcelona y de la renuncia en una carta bastante dura de Àlex Aguilar, uno de los mayores expertos en cetáceos del mundo, Colau consiguió en marzo dar una vuelta al drama eligiendo al biólogo Sito Alarcón para “pilotar el futuro zoo”, como tituló El Periódico. Se había metido en estos meses en un lío de tres pares, sumado a décadas en las que el espacio no tuvo ni liderazgo ni destino.

Llamo a una barcelonina de toda la vida como Ana Tirado que participaba en los campamentos de verano del zoo cada año. ¿Qué hacía? Pues conocer a sus habitantes, hasta tocó serpientes. Aunque a ella no le haya salido la vena animalista por encima de las otras, sí cree que los críos que la acompañaban entonces son ahora quienes defienden los derechos de la fauna. También coincide Tirado en que para reinventar el espacio “habría que poner pasta” y no dejarlo semiabandonado.

Tal dejadez se observa perfectamente en las declaraciones de los diversos líderes políticos que se han pronunciado sobre el tema. Alfred Bosch, de ERC, afirmaba que es obvio que “el recinto está obsoleto”, pero reclamaba lo esencial de que en cualquier decisión se pongan por delante los criterios de conservación de las especies amenazadas. Alberto Fernández Díaz, del PP, antagónico en prácticamente todo a su colega republicano, coincidía en la necesidad de conservar las especies y que el lugar sea atractivo para niños y familias. Y así todo el rato. La casa sin barrer y los animales en unas instalaciones que dan pena, penita, pena.

La intención del ejecutivo municipal es tomar de una vez por todas las riendas del asunto y llegar a una solución que no revoque después otro alcalde. Pero el grupo elegido para debatir los designios de las fieras no parece ser el más equilibrado porque, como denunciaba el experto Aguilar, contaba con una mayoría de animalistas que en muchos casos carecían de la formación adecuada. Por ejemplo, Aguilar criticaba la propuesta de trasladar a los cuatro delfines que aún tiene el zoo a un santuario en Grecia. Advertía de que las experiencias previas han terminado con la muerte de los animales. Criados en cautividad, nuestros delfines solo podrían sobrevivir en otro zoo, ya que hay pocas entidades privadas que tengan los recursos para hacerse cargo de ellos en condiciones durante el resto de sus vidas, que podrían ser más de 30 años.

Para apaciguar los ánimos, Colau nombró a un biólogo como nuevo director del zoo, para incorporar la visión científica que echaban en falta los expertos. Le avala su experiencia: colideró, entre otras cosas, el saneamiento del Besòs y el Llobregat y coordinó los arrecifes submarinos que se instalaron frente a las playas para que la vida acuática pudiera sobrevivir pese a la acumulación de desperdicios, crema solar y pises de borrachos.

Aunque Alarcón esté ahora al frente del recinto, la iniciativa 100% ciudadana ZOOXXI ya ha puesto en marcha una recogida de firmas (presencial y con DNI, nada de change.org) para que el Parlament se vea obligado a debatirla. Buscan un espacio en el que no se acumulen miles de especies en cautividad y donde se desarrollen proyectos de conservación in situ, allá donde estén en peligro. Cada zoo del mundo podría especializarse en la conservación de un hábitat del mundo. Para conocer los de otros lares, se propone la creación de “contenidos audiovisuales”. ¿Problemas? Que primero el resto de zoos tendrían que aplicarse el cuento. Y por mucho que nos ponga eso de que Barcelona sea punta de lanza en todo, desde los móviles hasta los cruceros, Tirado dice que no, que no todo se puede aprender en internet.

Si el zoo Black Mirror tendrá futuro o no, es otra pregunta. Pero sea cual sea la respuesta, es importante que exista. Una de consenso, experta, sostenible y realista.