¿Cómo nace una idea? Si esta pregunta parece demasiado similar a las de aquellos anuncios tan conocidos como parodiados que dirigía Isabel Coixet allá por finales del siglo pasado, se podría modificar por la siguiente: ¿cómo toma forma la idea para un proyecto? Aparentemente, nada más opuesto que una idea y una forma. La primera pertenece a lo supuestamente inmaterial; la segunda al orden de lo material. Y aquí no puedo dejar de pensar en el título de un proyecto reciente que acabó teniendo la forma de seminario dentro del FAD, La materia como forma, de Ariadna Parreu. Título que me lleva a pensar en una exposición de 1969 que es una institución en sí misma, When Attitude Becomes Form. Tanto por su comisario, Harald Szeemann, que es una especie de entidad fundacional para el trabajo que algunos hacemos, como por sus ecos en el arte contemporáneo. Pocas exposiciones de arte tienen la capacidad o la suerte de pervivir en la memoria colectiva. Live in your Head era el antetítulo de esta exposición, que remite de nuevo al supuesto lugar en el que residen las ideas: la parte del cuerpo que está por encima de nuestros hombros.
Quizá las ideas no son tanto algo que aparece, a la manera de esas setas que tanto le gustaban a John Cage, como una estructura abstracta que se forma añadiendo partes que parecían muy alejadas entre sí. Una estructura que también depende de factores materiales y no sólo que los posibilita. Factores que tienen que ver tanto con la silla en la que uno se sienta, las duchas como estrategia de inspiración, o el clima y la temperatura de cada momento. De hecho, del pronóstico del tiempo desembocó en un proyecto artístico, con la previsión climatológica durante 100 años para el 20 de febrero, de Daniel Jacoby. Siempre que es invierno en Barcelona, el frío del exterior tiende a instalarse dentro de nuestros espacios de trabajo. Y es que pensar con frío no es lo mismo que pensar con calefacción. Es más, visitar exposiciones en invierno no es una mala idea para escapar de las gélidas temperaturas.