No estás obligado a sacar lo mejor de ti para que los demás se sientan complacidos. Los clientes solo son una voz al teléfono de vez en cuando y, sobretodo, los 20 dígitos de una cuenta bancaria.
Oficinas. Recintos cerrados donde se cuece la mentira y el arreglo chapucero.Cuántas veces habéis llamado a una oficina para hablar con el señor Perico y os han dicho “lo siento, el señor Perico está reunido”. ¡¡¡MENTIRA!!! Cuántas veces habéis llevado algo a un servicio técnico y os han dicho “ahora mismo no lo podemos arreglar, tendrá que dejarlo aquí”. ¡¡¡MENTIRA!!! Cuántas veces habéis reclamado un paquete que no llega y ha resultado que “por un error ajeno a nuestro departamento de logística…”. ¡¡¡MENTIRA, MENTIRA, MENTIRA!!!

 

Perico, el gerente, sí está, pero no va a hablar contigo porque sabe que le vas a calentar la cabeza, porque estás descontento con los resultados del trato, la venta o whatever servicio, cosa que a él se la suda tres cojones. Ya tiene su comisión, así que te va a esquivar hasta que te des por vencido.

 

Juanito, el técnico, puede arreglarte el móvil ahora mismo, si quisiera. Si quisiera. Pero resulta que le pagan por horas, y si te lo arregla al momento no te podrá colar esa hora y media que le irá tan bien para pagar el seguro del coche, que le entra este mes.

 

Y Lucía la de logística, la que llevaba tu envío, resulta que se ha largado de vacaciones sin dejar tu pedido asignado, porque está hasta el moño de llevar cinco años en el mismo puesto y encima sin aumento, así que pasa de todo y probablemente tu paquete se esté pudriendo en una esquina del almacén de Santa Perpetua.

 

Esa es la realidad que se construye desde las oficinas: una mierda de realidad. Una mierda de realidad tolerada por todos, porque no está construida a base de delitos flagrantes, sino de pequeñas cagadas que, en el mejor de los casos, no dejan rastro. Y hay que resignarse, porque las cosas son así y porque son las 11 y tengo que salir a tomar mi café, ya terminaré el expediente más tarde y si lo reclaman le echaré la culpa a los de contabilidad.

 

Nos preguntamos qué hará en su despacho el presidente del país, el alcalde de la ciudad, el secretario general de la multinacional de turno, pero la pregunta es: ¿y qué haces tú en tu despacho?