¿Cuál es tu lugar predilecto de la Ciudad Condal?
El Parc de la Creueta del Coll, junto a mi taller.
¿Qué animal sería tu bolígrafo?
El zorro Lucero.
Si tu arte fuera música, ¿a qué grupo crees que sonaría?
Al álbum An electric Storm de White Noise.
Si fueras un lugar del mundo, ¿cuál serías?
Al-Huastar, en la Alpujarra granadina.
Si fueras una obra de arte, ¿cuál serías?
Me chiflaría ser una comensal más en The Dinner Party de Judy Chicago.
Si la inspiración tuviera un color, ¿sería…?
Cualquiera, siempre y cuando fuese poco saturado.
Un artista que hayas conocido recientemente y te haya impresionado.
Erin M. Riley, me gusta mucho como trabaja virtuosamente el tapiz tratando temas contemporáneos.
Si pudieras escoger en qué década o siglo vivir, ¿en qué momento histórico te situarías?
En la Rive Gauche de Paris, entre 1900 y 1940, y formar parte de L’académie des femmes.
¿Qué te daba miedo cuando eras pequeña?
El final del pasillo en zigzag de mi casa.
¿En qué peli jugarías el papel del protagonista?
¿Puede ser serie? Estoy locamente enamorada del personaje de Sam Fox interpretado por Pamela Adlon en Better Things.
¿A qué persona muerta resucitarías?
A Ana Santos Payán.
Si pudieras enviar a una persona a la luna, ¿a quién enviarías?
Al gigante de mil cabezas corrupto, patriarcal y deshonesto con el que convivimos.
¿Cuál es el título de tu última obra artística? Y, ¿por qué la nombraste así?
“La Gynopia”. Mi trabajo gira en torno a la arqueología de género. Me gusta imaginar nuevas narrativas y mitologías, “nuevas monstruas”. “La Gynopia” es una de las múltiples formas de violencia que se ejerce contra las mujeres, en este caso silenciándolas y haciéndolas invisibles.
Si tuvieras que huir de Catalunya, ¿en qué país buscarías asilo?
A Fair Isle, en las Shetlands Islands, Escocia.
¿Qué es lo que nadie sabe sobre Barcelona?
Lo que se oculta tras el relato oficial.
En Barcelona desde… 2008.
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