Relato: Mireia Gutiérrez • Ilustración: Anna Carreras

Maullidos en el espacio. El fin de una era.

Cuaderno de bitácora. 30 de octubre de 2019. 11:18 hora terrícola.

Después de nuestro largo viaje a través de la galaxia, por fin llegamos a nuestro destino. La tripulación está descansando en sus camarotes, preparándose para lo que pueda ocurrir. En el puente de mando se puede olfatear el nerviosismo. La posición de las orejas del subcomandante me indica que está expectante y aterrado a partes iguales, a pesar de que intenta mantenerse erguido, el pelo erizado de algunas partes de su cuerpo me indica que está aterrado. Nuestras colas se mueven inquietas, menos la mía, como capitán tengo que mostrar serenidad y firmeza. Ya veo la Tierra desde el puente de mando, llega el momento de culminar nuestra misión.

Durante muchos años, nuestros compañeros han estado infiltrados entre los humanos, poniéndolos a prueba, comprobando hasta dónde puede llegar la estupidez humana… Les despreciamos constantemente y siguen llenándonos platos de comida y trayéndonos chucherías, nos meamos sin motivo en sus camas y siguen poniéndonos cama limpia, nos sentamos encima de ellos para aprovechar su calor y creen que les damos cariño, metemos las zarpas en su bebida, tiramos objetos frágiles al suelo con la intención de que se rompan,…

-¿Cuánto queda para llegar, piloto?

-En dos minutos entraremos en la órbita de la Tierra, capitán.

…les arañamos sofás y cortinas, les pedimos salir para inmediatamente chillar que queremos volver a entrar infinidad de veces, andamos por encima de sus caras mientras duermen, incluso han intentado coartar nuestra libertad para reproducirnos, pero lo que no saben, es que vendremos muchos más. Es la hora de que nos hagamos con el control de la Tierra.

El capitán asintió para sus adentros y se dirigió a la tripulación:

-¡Atención! ¡Todos a sus puestos! ¡El momento que tanto esperábamos ha llegado! En breves llegaremos a la Tierra. Este planeta nos pertenece y no podemos seguir dejando que los humanos lo destruyan día tras día. Como bien sabéis, nuestro objetivo es pactar con ellos, pero si esto no ocurre, debemos tener preparadas nuestras afiladas garras para luchar. Ya sabéis que tenemos 6 vidas más que ellos, ¡aprovechadlo! Nuestros compañeros esperan nuestra señal, si las cosas no salen bien, sacarán a relucir sus colmillos en cuanto les declaremos la guerra. Recordad, no queremos más humillaciones, no queremos que nos pongan disfraces ni lazos horteras, es nuestra dignidad y nuestro estilo el que está en juego. O ellos o nosotros, ¿entendido?

-¡Sí, mi capitán!

-El subcomandante y yo seremos los primeros en bajar, si la cosa no sale bien, preparaos para luchar. Puede que no lleguemos a un acuerdo, quizás muchos de nosotros pereceremos por el camino, ninguna muerte será en vano pero… recordad que tener 6 vidas más nos da mucha ventaja. ¡Por el futuro de nuestra especie!

En ese momento, el Congreso de los Estados Unidos estaba celebrando una reunión, cuando de repente, el capitán y el subcapitán hicieron su aparición destrozando una ventana. Los reunidos se giraron hacia ver de donde venía el estruendo, y bajo la lluvia de cristales rotos y de la nube de polvo emergieron los dos pequeños gatitos con su traje de astronauta. Tranquilamente, el capitán se sentó sobre sus cuartos traseros con la orejas bien erguidas y empezó a hablar ante las miradas atónitas de los congregados.

-Humanos, hemos pasado muchos años infiltrados entre vosotros, ahora es el momento que os dobleguéis ante nuestras peticiones o habrá consecuencias fatales.

Se empezó a oir un rumor y de repente, todos los congregados estallaron en risas. ¿Qué podrían hacer esos adorables y achuchables peluditos contra los humanos? A los mininos se les erizó el pelo todo el pelo ante la ofensa y el capitán espetó:

-Si no nos queréis escuchar, iremos a la guerra. Si no atendeis a nuestras peticiones, será demasiado tarde para vosotros. Tenéis dos horas para tomar una decisión.

Antes de que pudiera entrar el equipo de seguridad a sacar a la fuerza a los animales, los gatos saltaron por la ventana ágilmente y se esfumaron de su vista. Los congresistas no sabían qué hacer hasta que el Presidente les tranquilizó diciendo que sólo eran unos gatitos, que no tenían nada que temer y que siguiera todo con normalidad.

Dos horas después se encontraba el Presidente en el despacho oval cuando entró atropelladamente uno de sus asesores.

-¡Presidente, tengo que mostrarle algo!

Le acercó a la mesa una tablet donde se veía un vídeo en el que cientos de gatos caían del  cielo. Pero no era lo único… Le enseñó vídeos de redes sociales donde se comprobaba como todos los gatos del mundo se habían vuelto locos: personas muy asustadas encerradas en sus habitaciones, llenas de magulladuras, escuchando maullidos aterradores de otras partes de las casas; gatos destrozando locales, frutas y productos de los establecimientos por el suelo de los pueblos y ciudades; felinos callejeros atacando a viandantes, arrancándoles las bolsas u enredándoles el pelo; sofás y cortinas destrozadas… Y cada minuto iban había más y más. El Presidente estaba intentando pensar algo rápido cuando apareció otro miembro de su equipo.

-¡Presidente, corra, tiene que ver esto! ¡Sígame!

Mientras corrían entre los pasillos y se acercaban a su destino, el pánico se iba apoderando de ellos. Abrieron finalmente la última puerta y el Presidente no podía creer lo que estaban viendo sus ojos. Delante del botón rojo estaba sentado tranquilamente el capitán, con las orejas y la cola en posición relajada, pero con una patita acercándose pausadamente al botón.

-¡Está bien! -gritó el Presidente- Os escucharemos. ¿Qué queréis?