Me alegra observar que, con lo difícil que se ha puesto la cosa durante los últimos años, ya hay varias personitas a mi alrededor que le han echado dos cojones y están montando sus propias empresas. Seguro que vosotros conocéis algún caso también. El que acaben teniendo éxito o se hundan da exactamente lo mismo; lo importante es el cambio de mentalidad.

Hasta ahora, la aspiración laboral más extendida, por lo menos entre los que me rodean y yo misma, era firmar un contrato indefinido. El contrato indefinido te asegura la comodidad de un sueldo fijo cada mes a cambio de regalarle 40 horas semanales a otra persona, durante las cuales puede disponer de ti como mejor le plazca. El que hagas bien o no tu trabajo no afecta a la cuantía del salario, o sea que la calidad de tu rendimiento es una decisión exclusivamente tuya: si te sientes justamente pagado, rendirás más; si no, rendirás lo mínimo para que no te echen. Suele ocurrir lo segundo, a no ser que seas un adicto al trabajo o un mártir.

El contrato indefinido te condena, pues, a una vida monótona y conformista, en la que no se persigue la excelencia porque ni el esfuerzo tiene su justo premio ni tus errores los pagas tú. Al fin y al cabo, mientras haya dinero en la cuenta lo de la monotonía es parcialmente solucionable con una pequeña inversión diaria en estimulantes o depresores del sistema nervioso y, a la larga, siempre nos queda el psicólogo para que nos ayude a lidiar con las frustraciones más anquilosadas.

Esta relación de entrega incondicional y dependencia hacia nuestros contratantes nos infantiliza, pero no tener dicho contrato o perderlo junto a su sueldo mensual más o menos aceptable ha sido causa de mucha congoja y noches de insomnio que no conducen a nada más que una pérdida de tiempo y salud mental horrorosos. Confeccionar currículums y estúpidas cartas de motivación que nadie lee, pasar días enganchado a los portales web de empleo, arrastrarse por las ETT con la autoestima por los suelos, privarse de viajes, conciertos, libros y todo dispendio económico “no imprescindible”… Total, que gracias a los contratos nuestra vida es igual de miserable cuando se está contratado que cuando no. Y eso es porque tenemos una mentalidad ovejuna que quita el sentío y, además, estamos cagadísimos sin entenderse el por qué; creo que somos la generación más cagueta que ha poblado la tierra jamás. Claro que eso no es solamente culpa nuestra, pero solucionarlo sí es nuestra sola responsabilidad.

Pensad en la cantidad de personas e instituciones a las que les conviene tenernos acojonados. ¿Ya? Pues sí, son bastantes. A los mandatarios, a los ejércitos, a los servicios de inteligencia gubernamentales, a los grandes empresarios… Probablemente la lista incluya a algún vecino e incluso a algún miembro de vuestra familia. Ahora pensad en la cantidad de personas e instituciones a las que les conviene que seamos valientes, que pensemos, que luchemos por nuestros intereses y que actuemos de forma independiente. Os percataréis de que esta lista es bastante más reducida y, en muchos casos, solo tendrá un miembro: vosotros mismos. O quizá ni eso.

Hay que echarle más pelotas para gobernar tu propio destino que para luchar contra los colosos que quieren dominarlo. Ya te digo. Así que, ¿qué hacemos? Pues convocamos manifestaciones para mostrarles nuestro descontento con su forma de dominar nuestras vidas. Pero, si os paráis a pensarlo un minuto, no requiere de mucho compromiso pasar una tarde gritando eslóganes que inventan otros y, obviamente, no solucionan nada. Y no digo que sea de imbéciles, siempre y cuando no lo veamos más que como una representación simbólica del descontento y una oportunidad para crear lazos con otras personas que se encuentran en la misma situación.

Por el contrario, son pocos los que tienen el arrojo de manifestarse ante sí mismos y solucionar sus propios problemas y carencias, pero existen. ¡Hay que lanzarse! Sabemos perfectamente que salimos a la calle a mendigar que nos devuelvan un sistema que tampoco nos hacía felices así que ¿qué estamos pidiendo en realidad? ¡Basta de ir a remolque! Construye tu propio mundo y el mundo entero te seguirá a ti.