Relato: Ara Muñío Martínez • Ilustración: Lucia Segura García

Alguien llama a la puerta

Suena el timbre de casa. Hago un sonido gutural y levanto mi cabeza aplastada contra el colchón. Ya se habrán equivocado los vecinos de arriba de nuevo y me acaban de joder una vez más la dormida. Con lo que me cuesta pillar el sueño, y mañana… lunes.

Vi el otro día en una publicación de Instagram, de esas de yo puedo con todo, que, si piensas mucho en algo, lo visualizas y lo deseas fuerte, se va a dar. Menuda gilipollez. Sin embargo, mientras escondo la cabeza debajo de la almohada, me concentro y visualizo a mi vecino. Subiendo las escaleras. Trastabillándose con la baldosa rota que hay delante del principal primera. Cayendo como un plomo sin tiempo para poner las manos y comiéndose con todos los dientes el filo del primer escalón del siguiente tramo de escaleras. Sonrío e intento pillar el sueño de nuevo.

Suena el timbre de casa. Esta vez, de manera más insistente. No parece que se hayan equivocado. Raro. Me levanto y voy a descolgar el telefonillo. Me conozco tanto mi zulo que llego a él esquivando las cosas que hay por casa tiradas sin tener que encender la luz. Justo cuando voy a preguntar quien es, escucho el timbre de nuevo. Suena diferente. Me doy cuenta de que no ha sonado el de la calle, sino el de arriba, el de mi puerta. Doy un respingo y miro por la mirilla. Siento que el corazón de repente se ha acelerado un poco. Todo a oscuras, no se ve una mierda y ni de broma voy a abrir. Vuelve a sonar el timbre, un toque seco. Esta vez más largo. Vuelvo a mirar por la mirilla. Nada. ¿O sí? ¿Qué es esa cosa que hay en medio del rellano? ¿Una bolsa de basura? Me quedo pegada a la puerta mirando por la mirilla, a ver si pillo in fraganti al anormal que está tocando el timbre. Me concentro en controlar la respiración, cada vez más acelerada. De repente, veo como la bolsa de basura emite un sonido seco y se desparrama. Empieza a salir a borbotones unos fluidos viscosos de ella y se empiezan a escuchar unos ruidos agudos cada vez más fuerte. Parecen maullidos. ¡Es un gato! ¿quién coño me ha dejado un gatete en la puerta? ¿Y qué hago yo con un gatete? ¿lo cojo? Habíamos quedado que nada de bichos en casa, para bichos nosotros. Bueno, voy a verlo, pobre, al menos que pase esta noche en casa y mañana, mañana ya vemos. Abro la puerta lentamente, escucho los ruiditos que hace y me acerco a él. Está hecho un ovillo, todo mojado y pringoso, como si se lo hubieran arrebatado a la madre antes de limpiarle. Lo cojo entre las manos y emite un gruñido. Pesa más de lo que pensaba, aunque cabe perfectamente en una mano. Entramos en casa y enciendo la luz del comedor para verlo mejor. Al hacerlo, emite un chillido, de esos revienta tímpanos, un chillido que parece de bebé humano. ¡Es un bebé! Un bebé diminuto que se mueve y patalea enrabiado. El corazón se me pone a mil por hora, siento los latidos en la sien y un nudo en la tripa. Le miro. Tiene la cara deformada de tanto que abre la boca para berrear, pero sus rasgos me son familiares. Tiene mis orejas de soplillo y la misma peca en forma de pera de al lado de la comisura derecha del labio.

– ¿Qué haces tú aquí? ¿Quién te ha dicho que vengas?

– Tú.

– Pero ¿cómo que yo? Yo no te quiero. No aún. Quizás nunca.

– Demasiado tarde, ya estoy aquí.

– Teníamos un acuerdo.

– ¿Qué acuerdo?

– Bueno, no un acuerdo escrito, pero si una especie de pacto. En mi cabeza.

– Eso nunca ha existido. Lo has hecho tu sola, por tanto, no vale para nada.

– ¿Con quién quieres que lo haga si no es conmigo misma? Tú no existes, ¿Cómo quieres que pacte algo con alguien que no existe, con una idea?

– No soy una idea, estoy aquí, puedes tocarme.

Me agacho y extiendo la mano para tocarle. Esta pringoso. Como si mil caracoles le hubiesen pasado por encima dejándole sus babas. Siento como me viene una arcada, pero consigo controlarla.

– Pero no te quiero ahora, no puedes quedarte. ¡Vete de mi casa tú y tus estúpidas orejas de soplillo!

– No puedo, tu me buscaste y por eso estoy aquí.

– ¿Pero se puede saber que estas diciendo? Te he dicho que teníamos un trato, en un par de años hablaríamos si venias. Esto que es, ¿por la conversación del otro día con Sara y Helena? Tanto hablar de bebes me ha dejado medio tarada. ¿O es por los anuncios que me salen cada vez que busco algo en internet? Que si test de embarazos, que si una aplicación para saber cuándo estoy ovulando…toda esa mierda seguro que me ha dejado medio fundida.

– Puedo irme.

– ¿Puedes?

– Sí.

– No sé, ya estas aquí, es muy de noche y a estas horas no hay ni Ubers. Además, me gustan tus orejas de soplillo. Parece que puedas echarte a volar de un momento a otro.

– Tú las tienes igual.

– Lo sé. Te van a joder mucho en la escuela. Eso no creo que haya cambiado aún. Creo que se pueden operar. Te hacen un corte por detrás y te las dejan bien pegadas a la cabeza. Adiós a las orejas de soplillo en una tarde. Ahora se puede operar cualquier cosa.

– No quiero operármelas. Me recuerdan a ti.

– Ven aquí anda. Déjame cogerte.

Se deja coger dócilmente y se queda hecho un pequeño ovillo encima de mi pecho. Siento como las dos respiraciones se acompasan.

– ¿Sabes? Tampoco esta tan mal esto. Podría acostumbrarme.

– Lo sé. Por eso viene, era lo acordado.

– Puede ser. Aunque este mes me va de pena. ¿Sabes? Tenía entradas para el Primavera. Creo que tendrás que quedarte unos días con tu abuela porque no pienso perdérmelo. Yo creo que le vas a caer bien, aunque va a flipar un poco cuando te vea.

No me contesta, se ha quedado dormido. Sonrío. Que feo es el cabrón, es como un gremlin, pero no puedo evitar que me caiga simpático. Siento como poco a poco mis párpados se cierran, me está entrado sueño a mí también. Me tiro para atrás, haciendo movimientos lentos para no despertarle. Siento la almohada debajo de mi cabeza. No se como he llegado a la cama de nuevo, pero agradezco estar aquí. A ver como explico mañana en el curro que encontré a mi bebé en el rellano, vaya movida. Lo bueno es que son tres meses de permiso, ¿o eran cuatro? Bueno, mañana nada más levantarme sí aún sigue a mi lado, lo primero que hago es averiguarlo.